Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

El día despertó frío y lluvioso, como viene siendo habitual desde que llegué. Tocaba irse a levantar Alemania. Nicole, mi tutora, me había dicho la semana anterior que tendría que estar a las 08:30 en la puerta de seguridad de las instalaciones de Philips, y a las 09:00 en el despacho de una señora que se hacía llamar Mrs. Müller, para darme una burocrática bienvenida junto al resto de estudiantes que también empezaban ese día. No procedía llegar tarde el primer día, así que me planté en la puerta a las 08:25, donde el guarda de la puerta me hizo pasar a una cabina... para hacerme la tarjeta de trabajador de Philips. Fue gracioso el hecho de que se tiró cinco minutos para hacerme una sólo foto, y justo cuando apretó el botón casualmente pestañeé, apareciendo en la pantalla de su ordenador una enorme cabeza de Alfonso con los ojos cerrados, lo que provocó en él una prolongada risa que no se molestó en disimular. Una vez que se sobrepuso del aparentemente jocoso momento, me hizo otra foto, me dijo a dónde tenía que ir, y allí se las dieran todas. Está claro que este mundo ha sido hecho por los locos para los cuerdos.

Una vez pasado el control y llegado a mi edificio y planta correspondiente, me dirigí al despacho de Nicole, ya que me sobraban 20 minutos para que empezara el meeting. Y ahí estaba ella, la persona con la que me llevaba escribiendo emails desde hacía tres meses: cuerpo de mujer de 28 años delgado, pero con cara de niña alemana de 12 años, voz aterciopelada, de rubia melena y ojos azules. En realidad tenía la sensación de que ya la conocía después de tanto email, así que después de varios comentarios extra-protocolarios, me enseñó mi oficina: amplios ventanales y pantallaza de ordenador, por supuesto de Philips, para ver el facebook más grande y mejor. Me dijo Nicole que tendría dos compañeros más, pero todavía no habían llegado. También me dijo que todavía no podía tener mi dirección de correo de Philips, porque parece que todo el departamento de informática está inmerso en solucionar el aparente problema de tener dos apellidos, el segundo de ellos compuesto. Resulta que el sistema informático no procesa semejante aberración y no es capaz de generar una dirección.

Justo después, Nicole me llevó al despacho de la buena señora ésta. Ahí estaba Mrs. Müller, versión femenina y anciana de Vicky el Vikingo, dientes que necesitaban una ortodoncia urgente y un cuerpo de troll de río, pero de la que se dice que es muy inteligente. Es una pena que el talento dure más que la belleza. Para que luego digan de los españoles, fui el primero en llegar en hora a la reunión, los otros dos estudiantes, alemanes, llegaron con un indecente retraso. Información acerca de las horas de trabajo diarias, de los días de vacaciones, la llave de la oficina, y otros temas burocráticos que poco o nada interesan al resto del mundo.

Así que vuelta al despacho. Seguía sin llegar ninguno de mis compañeros, pero Nicole ya me había dicho que empezara a investigar sobre el tema en el que voy a trabajar, buscando en las bases de datos con las que Philips tiene acuerdo. Además, me trajo una versión de ANSYS, un software para resolver problemas matemáticos relacionados con la física, parecido a un Matlab avanzado para simulaciones, sobre el que tengo que hacer una exposición este jueves para comentar su viabilidad en relación con mi proyecto.

Llegaron entonces mis compañeros de oficina, a eso de las 11 y media de la mañana, una hora muy buena para empezar a trabajar. No quería el destino que me separara de las civilizaciones china e india ni siquiera en el trabajo. Por eso mismo, mis dos compañeros de oficina son exactamente eso: un indio, y un chino. Ambos muy simpáticos, especialmente el indio. Después de estar un rato de charla y contándonos batallitas, Nicole, junto con más gente del departamento, llegó y "me llevó" a comer con el resto de estudiantes que empezaban ese día. 

El comedor de Philips una verdadera locura, principalmente porque había varios cientos de alemanes agolpándose para servirse la comida, y porque no se puede pagar en efectivo, sino que hay que meter la tarjeta de Philips en una máquina, recargarla con dinero, y luego pagar con ella en la caja. No se entiende. Menos mal que Nicole estaba allí para guiarme en tan dificultosa tarea: "Alfunso no hagas cola ahí para coger sopa, en el otro lado hay menos gente". Muy considerada. Seguidamente confirmé, pobre de mí, eso que dicen acerca de que los alemanes son unos obsesos del trabajo: nada más sentarse, empezaron todos ellos a engullir como jabalíes los tres platos, y en escasos 15 minutos, ya estaban todos listos para volverse a trabajar. Yo, casi a punto de tener arcadas por intentar seguir su frenético ritmo de ingestión, conseguí terminar mi comida, y tambaleándome me volví con ellos a trabajar. En realidad estuve de charla el resto de la tarde, y luego nos subimos el indio, el chino y los otros dos alemanes a jugar un futbolín, al que los de prácticas podemos jugar. 


Y después del futbolín, acabó mi día de trabajo, vuelta a casa, y con una nueva tarjeta de transportes gratuita por cortesía de Philips, válida hasta finales de agosto del año que viene, y con la que puedo viajar lo que me dé la gana por Hamburgo y sus alrededores. Así da gusto.

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