Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

Se acerca la Navidad, y con ella, toda clase de eventos que invitan a uno a acercarse al centro a pasar la tarde, aunque sólo sea para ver cómo está iluminado Hamburgo.



Sin embargo, lo mejor en estas fechas es acercarse al famoso Weihnachtsmart, o mercado de Navidad, abierto este lunes pasado, y que seguirá así hasta el último día de Diciembre. La verdad es que no tiene nada que ver con lo que normalmente montamos en España. Así, hay varios mercados de Navidad repartidos por Hamburgo, el más grande de todos ellos, el de la plaza del ayuntamiento, aunque también hay más en Gänsemarkt y por Mönckeberstraße, zonas casi colindantes. probablemente porque aquí hay más espíritu.


En el Weihnachtsmarkt, mucho que ver y mucho que comprar: desde puestos donde sólo venden adornos para el árbol de Navidad, hasta decenas de puestos de comida alemana, donde se puede comer desde pan de coco y las famosas würste, hasta "bocadillos" alemanes, rellenos de queso y con un pan alemán raro de la zona que tiene muy buena pinta. Además, había varios puestos donde se podía comer tartas, champiñones, y por supuesto beber lo más típico de la Navidad alemana, como por ejemplo son el Glühwein y el Apfel-punschen.




Hoy hablo un poco por hablar, porque ayer nos fuimos a mirar más que a consumir, así que en breves haré nuevas visitas al mercado, y de paso compraré algo para mi árbol de Navidad, aunque, siendo sincero, el mercado este es bastante caro; una figura de madera para el árbol de Navidad no sale por menos de 4 euros. La verdad es que no hay presupuesto que resista, pero de todos es sabido que la Navidad, desde que se inventó, está pensada para que unos se gasten el dinero, y otros hagan negocio con los ahorros de los demás.

No os asusteis por el título, simplemente lo utilizo como reclamo para que no cerreis  el blog nada más abrirlo. Transcurren los días en Hamburgo. Puedo decir ya por fin, después de más de un mes, que me he hecho a la ciudad y a sus gentes, así que me puedo autoproclamar amo y señor de la zona. 

La vida transcurre como venía haciéndolo hasta ahora, y tampoco hay novedades importantes más allá de las que he contado hasta este momento. Entre semana, trabajo y siempre alguna presentación a Nicole acerca de lo que voy haciendo. La verdad es que entre Nicole y Cristian, jefe de departamento, no se cortan en empezar a mandarme tareas para mantenerme ocupado. Tanto, que a veces estoy tan corto de tiempo que me veo obligado a sacrificar la hora de lacomida, como por ejemplo ha ocurrido hoy.  Aunque en realidad tengo unos horarios de comida tan locos que si me salto una comida a veces ni la echo en falta. Por lo que tiene menos que ver con el trabajo, también muy bien, mucha actividad y mucho salir, por lo menos viernes y sábado, y si no tengo mucha que hacer en el trabajo, como esta pasada semana, también algún jueves y miércoles. 

He de decir que de tanta tarea que tenía encima me llevo saltando la fiesta de la residencia unas semanas, pero Dios mediante mañana bajaré de nuevo. Bueno, miento, no me la he saltado, la mayoría de las veces que he querido bajar el bar no ha abierto por unas cosas o por otras. En la última ocasión, hace dos semanas, porque días antes parece ser que hubo una cruenta batalla en los billares del piso de arriba, alguien robó botellas de la barra, uno se quiso llevar una ventana y otro reventó la puerta del almacén a patadas. Y es que el vender cerveza a 1€ hace cierto el dicho ese de que "la cerveza es la prueba de que Dios nos ama y quiere que seamos felices", y que en ocasiones lleva a situaciones incontrolables. El caso es que recibimos todos un email en el que se nos decía que el siguiente miércoles el bar no abriría, y que, para nuestra información, había costado 1000€ reparar el local. A saber cómo acabaría, no hay testimonio fotográfico. Aunque nos lo quisieran cobrar, tocaríamos a 2€ por cabeza, por eso de que somos casi 500, así que alguna cabeza habrá hecho la cuenta de que "sale rentable destrozar el bar".

Y por lo demás, sigo yendo a mis clases de alemán, sobre las que tengo que hacer un post exclusivo porque son de libro. Gente extraña y de extrañas maneras los que allí van, y no me incluyo.

No me resisto a contar el lamentable sistema que tienen instaladas las residencias de estudiantes con respecto a internet. En las demás es parecido, pero en mi caso, sólo puedo descargar un total de tres gigas de datos al mes. Eso no quiere decir únicamente en descarga directa, que podría ser hasta cierto punto razonable, sino de descarga total de datos, con lo cual me pienso más de dos veces meterme en el youtube y sucedaneos. En el caso de que se sobrepase este límite de tres gigas, como me ocurrió a mí en Octubre, la velocidad de conexión baja desde 4 Mbps hasta unos tristes 50 kbps. Infernal y desesperante.

Y por último, se anuncian visitas varias para estos fines de semana venideros. Sin ir más lejos, Laura viene desde Stuttgart a hacerme una visita y a conocer el tan aclamado Fischmarkt de los sábados. Más adelante, en Diciembre, Ula y Marek, amigos polacos del año pasado en Finlandia, vienen a pasar un fin de semana, A ver en qué queda la cosa. 

Esta semana que ya ha empezado en principio no guarda grandes misterios o aventuras,  salvo que ayer mismo se ha inaugurado el Weinachsmarkt, que no es poca cosa. Espero poder ir en breves y así explicar lo que es, que tiene mucha fama. Pronto más y mejor.

He ido retrasando este momento varios días, pero creo que ya estoy en disposición de hacer un poco de prosa descriptiva con mis compañeros de trabajo. No de todos, sino de los que están de prácticas, porque si tengo que empezar a hablar de todo el departamento, no acabo ni para Pascuas.

Aquí los de prácticas estamos divididos en tres despachos. En uno de ellos, en el despacho 423, trabajamos Jingang, Bharath y yo, a falta de un ordenador que está por ocuparse, aunque no parece que vaya a venir nadie más con nosotros. Aquí los ratos de trabajo se combinan con (a veces excesivos) ratos de risas y relatos de historias que cada uno va soltando con tal de retrasar el mometo de volver a trabajar. "No, es que eso que llamais los europeos comida china en China no existe", "No entiendo por qué la gente cree que todos los indios somos de Nueva Delhi" o "Yo no hablo como el indio de The Big Bang Theory" y demás comentarios acerca de las culturas propias de mis compañeros, merman las horas de trabajo real que deberíamos de estar haciendo. El que en mejor posición está en este caso soy yo, porque Bharath y Jingang llevan en Philips varios meses y sus tesis están a punto de llegar a término, con el consecuente trabajo que lleva ultimar cualquier cosa. Yo en cambio aún me dedico a leer artículos. 

En el despacho de más allá del pasillo trabajan Johannes, natural de Freiburg, y Yorlanda, de Holanda (sus padres no sabían que el nombre que le pusieron a su hija rimaba con el nombre de su país de origen en español). Johannes pudiera ser discípulo de Confucio, se lo toma todo con mucha parsimonia y necesita largos ratos de meditación para cualquier cosa, incluso para elegir el menú del día. Es buena gente. Yorlanda también, pero hay una cosa suya que es deseperante y a la que no termino de acostumbrarme: cada vez que estamos todos reunidos comiendo o de charla por el pasillo, y tiene que decir algo, se debe poner muy nerviosa, porque mientras cuenta lo que tenga que contar, su cuerpo comienza a contonearse, y sus manos se retuercen de forma extraña; el resto del tiempo es normal, salvo cuando ríe, que taladra un poco la cabeza. Siempre cuenta bucólicas historias de Holanda y de su ciudad natal, y de lo inútil que es el holandés incluso dentro de la propia Holanda.

Por último, un poco más allá, está Peter, de Karlsruhe, allá por el sur de Alemania, que también es normal aunque tiene una voz demasiado grave para mis oidos. Poco que contar, salvo que está sólo en su despacho, acompañado por una triste planta.

Varios de los mejores momentos en la oficina ocurren cuando Bharath aún no ha llegado, y puedo inventarme historias para contárselas al chino, que, con el resto de chinos, conforman aún una civilización bastante ingenua que a día de hoy no ha espabilado después de lo que les ocurrió a finales del XIX. Como no entiende español, he elegido una víctima al azar en mi facebook (cuya identidad aquí no será revelada) que, cada vez que se hace fan de alguna página en español, al chino le cuento que se ha hecho fan de "otra cosa", por eso de que no lo entiende. Esa otra cosa me la suelo inventar, y normalmente es de índole censurable, así que me abstengo de contarlo en este blog. Muy divertidas las reacciones del chino, un día las grabaré y publicaré.

Los nuevos praktikants, osease, Peter, Johannes y Yorlanda, llegan a trabajar muy pronto normalmente. No sé muy bien a qué hora lo hacen, pero cuando yo llego siempre están concentrados y trabajando. Da igual que llegue a las nueve, que es cuando normalmente llego, que a las ocho. Luego a las 12 de la mañana empiezan a dar la vara con ir a comer, aunque cada vez me cuesta menos decirles "A las 12 de la mañana yo no como", y voy retrasando el momento hasta la 1, que me parece un horario normal dentro de la anormalidad de los horarios de comida europeos. Intentaré que llegue el día en el que comamos a las 2.

Mañana tengo una presentación delante de todo el departamento para contarles lo que llevo haciendo tres semanas, así que me voy a preparar un pequeño discurso suficientemente clarificador para evitar, en la medida de lo posible, que me hagan preguntas inconvenientes. He dicho.

A punto de llegar el invierno (si es que no ha llegado oficialmente ya) y la Navidad en su faceta más comercial, empiezan en Hamburgo a sucederse distintos eventos. Uno de ellos, es el conocido como Dom, que dicho así suena muy atrayente, pero que en realidad es la feria que montan en Agosto en Alcorconete de abajo, sólo que con tecnología alemana y durando un mes. Dicho así pudiera sonar un poco decepcionante, pero a las atracciones que allí hay uno no se sube sin habérselo pensado dos o más veces. Se puede elegir entre una variedad  indecente de aparatos enormes que hacen todos los giros posibles que una máquina podría hacer, y en el caso de haber cenado ligero o en ayunas, se puede incluso pasar un buen rato en ellos. En otro caso, la cena puede acabar encima de alguien que esté mirando abajo. Para los cobardes siempre está la clásica noria.


Ayer sin embargo no era día de subirse en las cosas, porque el próximo miércoles estará todo más barato, sino día de darse una vuelta por la zona. No hay en el Dom sólo atracciones de feria futuristas, sino también multitud de feriantes con sus correspondientes puestos de comida: desde frutas caramelizadas, hasta salchichas de medio metro (no estoy exagerando, las vendían de ese tamaño), pasando por mazorcas de maíz, gofres y los imprescindibles puestos para beber cerveza. Con respecto a esto último, habían montado una carpa, a lo Oktoberfest, recreando el ambiente del conocido festival con alemanas que servían cerveza vistiendo trajes típicos, mesas de madera que se perdían al fondo de la carpa, y jarras de tamaño importante. Lo único que no encajaba era la música que sonaba: definitivamente ABBA no pega en el Oktoberfest.

Habiendo dormido poco o nada el día anterior, y con muchos teniendo que ir a curso de alemán al día siguiente a las 10 de la mañana, acabamos en Sternschanze tomando una cerveza, eso sí, después de dar muchas vueltas, que hay tantos sitios donde ir que puedes echar la juventud buscando un sitio a base de pensar "esto es caro, habrá uno más barato por aquí cerca". Es lo que tiene Hamburgo, haz que ir buscando la oferta. Aunque al final oferta nada que pagamos por una Franziskaner tres euros. Eso sí, mereció la pena; tanto oir hablar de ella, había que probarla. Muy rica.

Después de haber intentado ir varias veces, sin resultado, ayer por fin conseguí tachar  otra cosa más de mi lista de cosas por hacer en Hamburgo.


Los domingos, a las 6 de la mañana, se organiza en el puerto de Hamburgo un mercado al que la gente va a vender hasta los calzoncillos, aunque el factor común a todos los puestos que allí se montan suele ser comida, principalmente pescado. Así que uno puede pasearse por allí y comprar pescado frito, que a esas horas procede mucho. Y si no se quiere pescado, siempre se pueden comprar las típicas Curry Wurst que tan buena acogida tienen de vuelta a casa.


Así que después de haber estado de fiesta por Reeperbahn, nos dirigimos hacia el famoso Fischmarkt. Lo que allí hay no es sólo un enorme mercadillo de puestos de pescado, salchichas o fruta, sino que en el edificio del Fischmarkt, que se puede ver en la foto al fondo a la izquierda, hay siempre organizado un concierto. Siguiendo la famosa frase "los viejos rockeros nunca mueren", un grupo de ellos tocan temas de rock clásicos, animando al personal que ha conseguido aguantar hasta esas horas, no queriendo decir ésto que el sitio esté lleno de acabados.  De hecho, la gente sigue allí de marcha, bebiendo y bailando. Por querer dar un merecido respiro a los grupos de música, hay en cada lado del edificio un escenario montado, de tal forma que cuando unos están cansados, la música se traslada al otro escenario. Buena música, buena comida, y muy buen ambiente, que seguro que se prolongaría hasta más tarde, porque nosotros a las siete y media dijimos que vuelta a casa, y que otro día más.

Como siempre, estas cosas son mejores vistas que contadas, así que prometo llevar a mis visitas a ver el evento, que es una experiencia.

Acabada formal y oficialmente mi primera semana de trabajo, procede hacer una breve crónica de lo que ha sido. En realidad podría resumirse en pocas palabras, porque esencialmente me he dedicado a buscar por internet artículos relacionados con el futuro tema de mi proyecto, oséase, estudio de la distribución de la temperatura en ablaciones de tumores hepáticos mediante el procesado de imágenes de ultrasonido. Suena complicado, y más complicado es buscar información útil en las bibliotecas virtuales a las que tenemos acceso.

El caso es que el martes llegó Nicole toda pizpireta, y me dijo que el viernes, por hoy, tendría que hacer una presentación de lo que encontrara en una reunión con el jefe del departamento. Como sonaba serio, me puse a emplear mi tiempo debidamente, y lo que yo inicialmente pensaba que iba a ser una semana de aparentar y pintar la mona, acabó siendo una semana que, digamos, me ha mantenido ocupado.

Estos días me han servido para descubrir que los informáticos son gente a la que les encanta mandar la pelota al tejado del vecino. Todo empezó cuando Nicole me mandó instalar el Ansys: resulta que faltaban programas por instalar en mi ordenador, mi cuenta en Linux no estaba activa y toda suerte de torpezas por parte del IT Management, como aquí se les llama. Primero llamé a uno de los que estaban encargados, vino, vio mi pantalla y me dijo que eso no era cosa suya, que era de otro responsable. Llamé a ese otro responsable, y vino a los dos días para decirme que en realidad eso no era cosa suya, sino de otra persona, que casualmente era la que me había venido a ver en la primera ocasión. Una merienda de negros. Malditos informáticos. Al final se han conseguido poner de acuerdo para instalarme la aplicación a última hora de esta tarde. 

Con respecto a la reunión de hoy, pues muy bien, como no podía ser de otra manera, pero además con la noticia de que horas más tarde había organizada una conferencia con las oficinas de Philips en Washington, con el objetivo de aclarar aspectos relacionados con mi línea de investigación. Así que recibí una cordial invitación para unirme, escuché la charla del americano... y en realidad todo sirvió para que me mandaran más trabajo, porque ahora tengo que leer para el jueves que viene otros tantos artículos y hacer una nueva presentación.


Esa es más o menos la vida en la oficina esta semana. Con respecto a la comida, después de haber comido en Philips durante cinco días, decir que si me traen a Alemania el menú de la Student Union de Lappeenranta y no me lo dicen, no me entero. Lo mismo, aunque un poco más completo quizá. Salchichas, patatas, arroz, verdura variada, pescado, salchichas, estofados endemoniadamente picantes, wiener snitzel y salchichas. Y si algún día sobran salchichas, las vuelven a poner al día siguiente en el "Menú complementario", que normalmente suelen ser comidas especialmente altas en hidratos de carbono. Somos gente importante y con medios.

Y por fin llega el fin de semana. Hoy había organizada una gran fiesta en mi residencia, pero ha sido suspendida porque "hay personas que tienen la gripe A y no pueden asistir". Me parece lamentable y una idea propia de una república bananera. ¿Cuándo se suspende una fiesta porque haya gente que tenga gripe?. Aquí la gente a veces es muy rarita. Menos mal que esto es Hamburgo y siempre hay plan alternativo, en este caso, consistente en acercarse a Reeperbahn o Sternschanze, algo que pudiera parece rutinario pero que no lo es, que hay mucho sitio a donde ir por estas zonas. Otro día, más.

El día despertó frío y lluvioso, como viene siendo habitual desde que llegué. Tocaba irse a levantar Alemania. Nicole, mi tutora, me había dicho la semana anterior que tendría que estar a las 08:30 en la puerta de seguridad de las instalaciones de Philips, y a las 09:00 en el despacho de una señora que se hacía llamar Mrs. Müller, para darme una burocrática bienvenida junto al resto de estudiantes que también empezaban ese día. No procedía llegar tarde el primer día, así que me planté en la puerta a las 08:25, donde el guarda de la puerta me hizo pasar a una cabina... para hacerme la tarjeta de trabajador de Philips. Fue gracioso el hecho de que se tiró cinco minutos para hacerme una sólo foto, y justo cuando apretó el botón casualmente pestañeé, apareciendo en la pantalla de su ordenador una enorme cabeza de Alfonso con los ojos cerrados, lo que provocó en él una prolongada risa que no se molestó en disimular. Una vez que se sobrepuso del aparentemente jocoso momento, me hizo otra foto, me dijo a dónde tenía que ir, y allí se las dieran todas. Está claro que este mundo ha sido hecho por los locos para los cuerdos.

Una vez pasado el control y llegado a mi edificio y planta correspondiente, me dirigí al despacho de Nicole, ya que me sobraban 20 minutos para que empezara el meeting. Y ahí estaba ella, la persona con la que me llevaba escribiendo emails desde hacía tres meses: cuerpo de mujer de 28 años delgado, pero con cara de niña alemana de 12 años, voz aterciopelada, de rubia melena y ojos azules. En realidad tenía la sensación de que ya la conocía después de tanto email, así que después de varios comentarios extra-protocolarios, me enseñó mi oficina: amplios ventanales y pantallaza de ordenador, por supuesto de Philips, para ver el facebook más grande y mejor. Me dijo Nicole que tendría dos compañeros más, pero todavía no habían llegado. También me dijo que todavía no podía tener mi dirección de correo de Philips, porque parece que todo el departamento de informática está inmerso en solucionar el aparente problema de tener dos apellidos, el segundo de ellos compuesto. Resulta que el sistema informático no procesa semejante aberración y no es capaz de generar una dirección.

Justo después, Nicole me llevó al despacho de la buena señora ésta. Ahí estaba Mrs. Müller, versión femenina y anciana de Vicky el Vikingo, dientes que necesitaban una ortodoncia urgente y un cuerpo de troll de río, pero de la que se dice que es muy inteligente. Es una pena que el talento dure más que la belleza. Para que luego digan de los españoles, fui el primero en llegar en hora a la reunión, los otros dos estudiantes, alemanes, llegaron con un indecente retraso. Información acerca de las horas de trabajo diarias, de los días de vacaciones, la llave de la oficina, y otros temas burocráticos que poco o nada interesan al resto del mundo.

Así que vuelta al despacho. Seguía sin llegar ninguno de mis compañeros, pero Nicole ya me había dicho que empezara a investigar sobre el tema en el que voy a trabajar, buscando en las bases de datos con las que Philips tiene acuerdo. Además, me trajo una versión de ANSYS, un software para resolver problemas matemáticos relacionados con la física, parecido a un Matlab avanzado para simulaciones, sobre el que tengo que hacer una exposición este jueves para comentar su viabilidad en relación con mi proyecto.

Llegaron entonces mis compañeros de oficina, a eso de las 11 y media de la mañana, una hora muy buena para empezar a trabajar. No quería el destino que me separara de las civilizaciones china e india ni siquiera en el trabajo. Por eso mismo, mis dos compañeros de oficina son exactamente eso: un indio, y un chino. Ambos muy simpáticos, especialmente el indio. Después de estar un rato de charla y contándonos batallitas, Nicole, junto con más gente del departamento, llegó y "me llevó" a comer con el resto de estudiantes que empezaban ese día. 

El comedor de Philips una verdadera locura, principalmente porque había varios cientos de alemanes agolpándose para servirse la comida, y porque no se puede pagar en efectivo, sino que hay que meter la tarjeta de Philips en una máquina, recargarla con dinero, y luego pagar con ella en la caja. No se entiende. Menos mal que Nicole estaba allí para guiarme en tan dificultosa tarea: "Alfunso no hagas cola ahí para coger sopa, en el otro lado hay menos gente". Muy considerada. Seguidamente confirmé, pobre de mí, eso que dicen acerca de que los alemanes son unos obsesos del trabajo: nada más sentarse, empezaron todos ellos a engullir como jabalíes los tres platos, y en escasos 15 minutos, ya estaban todos listos para volverse a trabajar. Yo, casi a punto de tener arcadas por intentar seguir su frenético ritmo de ingestión, conseguí terminar mi comida, y tambaleándome me volví con ellos a trabajar. En realidad estuve de charla el resto de la tarde, y luego nos subimos el indio, el chino y los otros dos alemanes a jugar un futbolín, al que los de prácticas podemos jugar. 


Y después del futbolín, acabó mi día de trabajo, vuelta a casa, y con una nueva tarjeta de transportes gratuita por cortesía de Philips, válida hasta finales de agosto del año que viene, y con la que puedo viajar lo que me dé la gana por Hamburgo y sus alrededores. Así da gusto.

Bueno, recién llegado de Berlín, procede relatar en este blog mis impresiones sobre la ciudad, a la que todavía no voy a ponerle apodo. Creo que necesito alguna visita más, y esta vez no será la última que vaya este año, así que lo dejaré para más adelante. La crónica del viaje será larga, así que podeis iros a hacer un té o un café, para tener entretenimiento mientras leeis. Quedais avisados. 

Berlín. La ciudad que fue pero que ya no es, y que ahora es otra cosa. Después de que quedara prácticamente rasa al finalizar la Segunda Guerra Mundial, propiciado ésto por lo que los mismos alemanes llaman textualmente "políticas insanas", Berlín está pasando por un constante proceso de reconstrucción, que aún no ha terminado. Por esto mismo, el primer día en Berlín se me hizo extraño: en realidad todo lo que veía existió en su tiempo, pero quedó gravemente dañado, con lo cual lo que uno ve en ocasiones es una reconstrucción. Exacta a cómo estaba antes, pero una reconstrucción. El truco es cambiar un poco el chip y verlo todo como nuevo, que fue lo que hice yo. Entonces fue cuando verdaderamente empezó a gustarme.


Grandes plazas, como la Gendarmenmarkt, son verdaderamente impresionantes, así como la catedral de Berlín o Berliner Dom, seriamente dañada en los bombardeos pero reconstruida y restaurada, y que es también uno de los edificios más colosales de la capital alemana. Para visitar otros edificios, como el Reichstag o parlamento alemán, había que hacer grandes colas. En este último caso, porque en lo que antes era la cúpula del edificio y que fue destruida, se hizo otra nueva a cargo de Norman Foster, y desde la cual se tienen buenas vistas de Berlín. Atraviesa la ciudad una calle llamada Unter den Linden (bajo los tilos), en la que efectivamente hay tilos, y que constituye la principal y más notable, por distintos motivos, arteria de la ciudad. Esta calle tiene mucha historia detrás, pero no me paro mucho, el que quiera que tire de wikipedia.


Restos del antiguo muro de Berlín, del que ahora se conmemora el 20 aniversario de su caída, quedan varios trozos, los cuales no llegué a visitar. Aún así, el lugar que mejor recuerda a la historia del muro es el conocido Checkpoint Charlie, que sí visité, y que fue uno de los pasos fronterizos entre el sector americano y el soviético, famoso por reflejar la crisis política de la Europa de la posguerra. Merece una visita, e incluso hay dos figurantes disfrazados de soldados de época con los que hacerse una foto.


Berlín en sí puede visitarse en dos días, así que decidimos irnos a Postdam, a 30 kilómetros, y al que se puede ir en el mismo metro. En Postdam puede verse el Schloss Sans Souci, palacio de retiro de Federico el Grande, y, entre otros palacios, uno de los más grandes e importantes de Alemania, del que no recuerdo el nombre. De lo mejor que he visto, con permiso de los de San Petersburgo. Así que una visita a Postdam es obligada si se está un número de días suficiente en Berlín.

Por eso de que Berlín quedo casi raso después de los bombardeos, varios arquitectos han hecho su agosto a base de constuir curiosos edificios, baluartes de la arquitectura moderna. Es el caso del Sony Center, en la Postdammerplatz, punto turístico importante por lo que allí han montado, y que cuesta describir. Personalmente, y aunque quede friki, me recordó a la nave marciana gigante de "Independence Day" cuando se abría para lanzar el ultra rayo que se cargaba las ciudades. Muy chocante. En general pueden encontrarse otros ejemplos de arquitectura moderna en Berlín en muchos puntos del mismo, aunque probablemente el más famoso sea éste que acabo de mencionar.



Sin embargo, lo mejor de Berlín no fue ni la ciudad, que desde luego merece una visita una vez en la vida al menos, sino algo que yo no tenía planeado ni visitar. Pero el destino (mis padres) es caprichoso. Existe en Berlín la Museumsinsel, en castellano "Isla de los museos", donde están los museos más importantes de Berlín y de Alemania; sólo dio tiempo a visitar dos: el Altes Museum, y el Museo de Pérgamo. "Museos, ¡pero qué mierda!". Sí, a mí también me dio pereza, pero sin ninguna duda, y por mucho, lo mejor de esta visita a Berlín no ha sido ni la ciudad, ni Postdam... sino el Museo de Pérgamo. Indescriptible, y debe ser de visita obligada para todo el que pase por Berlín. No he visto cosa igual nunca. No digo más. Sólo decir que en el museo se conservan restos de edificios de algunas colonias griegas en Asia Menor, como eran Pérgamo y Mileto. Dejo únicamente esta foto para que se vea una de las maravillas que guarda; decir "maravilla" no es casual, porque el Altar de Pérgamo, que es lo que se puede ver en la foto, es la única de las maravillas del mundo antiguo que se conserva en la actualidad.

Queda para una próxima visita a Berlín un obvio repaso de la ciudad, y si me sobra tiempo y siguiendo con la fiebre de museos que extrañamente me invade, no estaría de más una visita al Neues Museum, que guarda el famoso busto de Nefertiti. Estaba programado ir a verlo hoy antes de volverme a Hamburgo, pero por ser un museo nuevo (se inauguró en abril de este año) y por el factor Nefertiti, las colas de espera son enormes, y no dio tiempo. Queda para una próxima visita.

Con respecto a la gente, Berlín estaba infestado de turistas españoles e italianos al uso, a voz en grito por la calle y soltando chascarrillos inconvenientes. Les da igual viajar a Berlín que a Tegucigalpa. Se confirma de nuevo mi teoría de que la que más viaja es la chusma. Es lamentable. Procuro decir algo en alemán al estilo Entschuldigung o un muy cerrado Hallo si me los encuentro, para que me tomen por alemán de ascendencia ibérica, y no me den el coñazo con preguntas improcedentes o comentarios fuera de lugar. Lamentable. Y en relación con la comida, exceptuando kebabs, McDonalds, puestos de salchichas y derivados, en Berlín se come por un precio medio de entre 10 y 15 euros. Ni caro ni barato.

Así que, resumiendo, visita a Berlín francamente satisfactoria, y a la que se debería ir antes o después en la vida de uno, por muchos motivos, ya sean históricos, arquitectónicos o culturales. A mí en particular me interesó especialmente la historia del muro de Berlín, y también la del Berlín antiguo, es decir, el de antes de la guerra. Cuestión de gustos e intereses de cada uno. Si alguien tiene entre sus planes ir a Berlín, que me lo haga saber, y me replantearé una nueva visita, porque siempre queda algo por ver.

Mañana, mi primer día de trabajo. Crónica del mismo también mañana, a estas horas.