Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

O de vuelta en España, por Navidades. Fin de mis primeros dos meses y medio en Hamburgo, que han pasado volando, sobre todo Noviembre y Diciembre. Dejo detrás un Hamburgo nevado, con nueve grados bajo cero y sin rastro del Sol por ningún lado.


Sábado y Domingo han sido de despedidas, primero de mis compañeros de piso, a los que no creo que vuelva a ver, aunque por lo visto Ernesto se queda en Hamburgo un mes más de ilegal, así que quizá le vuelva a ver. Rishab marcha y, a Dios gracias, el ruso también. Ya no lo aguantaba más, no soporto a los cerdos y a los salvajes por domesticar. El sábado consistió en acercarme al centro a comerme una última Bratwurst antes de que acabara el año, comprar unos últimos recuerdos en el Weihnachtsmarkt de la Rathaus, e intentar dar un paseo por el centro. Digo intentar, porque todas las calles del centro las habían hecho peatonales, y estaban atestadas por millones alemanes. Para terminar el día, me acerqué a la Europa Haus para despedirme de los que quedaban en Hamburgo, última charla antes de abandonar Hamburgo, y a dormir para coger el avión al día siguiente a las 11 de la mañana.


 Agradable sorpresa hoy al encontrarme en el aeropuerto de Hamburgo a Diana, a la que le habían cancelado su vuelo con la KLM que hacía escala en París, y que había sido reubicada en vuelo de Lufthansa. Lástima que no acabáramos juntos sentados en el avión, uno en Antananarivo y otro en Tegucigalpa. Al llegar a España, comida especial con mis padres, y por la tarde quedada aún más especial con alguien al que llevaba echando mucho de menos desde hacía también mucho tiempo. Perfecto inicio de las vacaciones de Navidad. Quedan por delante quedadas con amigos y esperados reencuentros.


Mucho me temo que no volvereis a saber de mí hasta que vuelva a Hamburgo a principios de Enero, porque lo que haga estas Navidades por Madrid, a este blog no le concierne. Así que como dirían los alemanes, 


FRÖLICHE WEIHNACHTEN 
UND EIN GLÜCKLICHES GUTES NEUES JAHR
 

Escribo el post mientras veo por mi ventana cómo cae la nieve sobre Hamburgo, y deja tras ella un paisaje que me recuerda en parte al del año pasado en Lappeenranta. Esta nevada no es ni parecida a las que caían allí entonces, pero es suficiente para dejar algunos centímetros de nieve en la calle. No me molesta, me gusta, la prefiero a la lluvia y, lo más importante, me trae muy buenos recuerdos. Bueno y malo a la vez.


Pasan de momento los días de esta semana como lo venían haciendo anteriormente, salvo que ahora la pregunta que nos hacemos los unos a los otros es "¿cuándo te vuelves?". He respondido a esta pregunta cientos de veces esta última semana, y lo curioso es que la misma gente me vuelve a hacer la pregunta una y otra vez. Es lo que tiene preguntarle la misma cosa a 200 personas más, las respuestas acaban mezclándose unas con otras.


En Philips, también semana de despedidas. Jingang vuelve tres semanas a China, y Barath se va definitivamente, ahora que ya ha terminado su tesis. Dice que le han contratado en el INSA de Lyon, así que no le irá mal, salvo probablmente por el idioma horrible que se habla en ese país y al que tanta manía le cogí. A los demás les veo de nuevo próximamente, porque el día tres de Enero estaremos casi todos de vuelta. Nicole, mi supervisora, no ha estado esta semana porque decidió irse prematuramente de vacaciones, así que estoy viviendo bajo la sensación de que no tengo que aparentar nada. Esto se ha traducido en más horas para dormir, en detrimento de llegar a una hora razonable a trabajar.


Con respecto a mis compañeros de piso, creo que no lo he mencionado todavía, pero tenemos una nueva adquisición de hace escasos días: una alemana se acaba de mudar aquí. Está loca de atar, y no para de quejarse de lo mucho que le grita su jefe y lo mal que lo pasa en el trabajo. Con respecto a mi amigo indio Rishab, se encuentra ahora mismo celebrando en su habitación su fin de exámenes. Acaba de llegar de una fiesta y está completamente ebrio, viendo con más indios un episodio de The Big Bang Theory mientras beben vodka barato mezclado con Coca Cola light. Ernesto está desaparecido en combate, los chinos están ya dormiditos hace rato, y el ruso loco (que está en la habitación que antes ocupaba el neozelandés) ha traído a unos irritantes amigos alemanes que están a voces en la sala común. Menos los chinos, todos ellos se van de la Paul Sudeck a finales de este mes para no volver, así que les haré una tortilla de patata para despedirles. Echaré de menos a Rishab y Ernesto, he pasado muchos momentos graciosos con ambos.


Ayer fue mi última fiesta de la Paul Sudeck del año, a la que fuimos los de siempre. Además hoy no me preocupaba llegar tarde a trabajar porque, como he dicho, no está Nicole, con lo cual no iba a ser requerido por nadie ni nadie me iba a echar ningún ojo. Desafortunadamente, mañana tendré que madrugar porque nos dan una charla de seguridad laboral a las diez de la mañana. Sólo espero que no sea en alemán. Hablando de alemán, he abandonado la academia en la que estaba para unirme al Goethe Institut en Enero, espero darle un empujón definitivo al idioma. La academia anterior estaba llena de búlgaras y rumanas sucias, un moldavo de maneras extrañas, una francesa insoportable y creída como sólo lo son ellas a veces, y una chica colombiana que me ha tenido el mes entero buscándole piso. Las clases muy bien, pero la gente era extraña y daba penita.


Y por lo demás, mañana hay fiesta en Europa Haus, que se anuncia como una de las más locas del semestre, así que procedo a meterme en la cama y dormir algo, para no estar derrotado mañana antes de tiempo. Próximamente, último post de mi semana en Hamburgo, probablemente antes de mi partida a casa, anunciada para este domingo. Hasta pronto.


Una semana sin escribir, y de nuevo mucho que contar, así que intentaré evitar en la medida de lo posible volver a escribir un post mastodóntico y difícil de digerir. Resumiendo mucho, Marek y Ula, amigos polacos de mi erasmus en Finlandia, me hicieron una visita durante este fin de semana.


La verdad es que he hecho con ellos el conocido como "crimen perfecto" en Hamburgo, consistente en intenso turisteo por la ciudad, fiesta en residencia el viernes noche, y el sábado salir por Reeperbahn. Como estamos en fechas pre-navideñas, como de todos es sabido, todas estas actividades se acompañaron con múltiples visitas a los mercadillos de navidad que pueden encontrarse en Hamburgo. Lo de encontrarse en este caso es literal, porque aquí hay mercadillos de navidad hasta en los rincones más escondidos. Glühwein, Feuerzangenbowle, y mis queridas Bratwürste o Currywürste hicieron durante estos días las delicias de nuestros paladares en estos mercadillos, que por cierto, nada tienen que ver con los que montamos en España. Quizá lo haya comentado ya alguna vez. Muy bien montado. Aproveché para comprar cosas para el árbol de Navidad, a pesar de los precios que tienen aquí los adornos, que se ha idon disparando escandalosamente durante estas semanas.



Punto importante del fin de semana: la fiesta en mi residencia del viernes por la noche. Esta era la fiesta que se había organizado para hace un mes, pero que se había tristemente pospuesto para este pasado viernes porque los organizadores habían contraido, con pasmosa simultaneidad, la gripe A. La espera mereció la pena, porque para mi gusto fue una de las mejores del semestre hasta ahora. Aparte de las distintas locuras que allí ocurrieron y que no voy a contar aquí, hicimos predrinking en mi casa con una botella de Żubrówka, una botella de licor polaco que, tomado con zumo de manzana, es difícilmente superable. Recuerdos de los días de predrinking en Lappeenranta, donde tanto lo tomamos. Nos acompañó en estos días Nils, al que prácticamente no había visto hasta ahora a pesar de que vivimos en la misma ciudad; siempre que intentamos coincidir, la noche nos acaba llevando por caminos distintos.


Muy al gusto de Marek, hicimos una larga caminata el domingo por la mañana desde mi residencia hasta el centro de la ciudad, por la orilla del lago Alster, y en el primer día soleado que ha habido en todo el mes de diciembre. Soleado, pero bastante fresco: unos cuatro grados de media teníamos ayer domingo. Siempre merece la pena, porque hay unas increibles vistas de Hamburgo.



En general, un fin de semana bastante completo y de los mejores desde que llegué, en el que he pasado muy inolvidables momentos con viejos y nuevos amigos erasmus. Ha sido una buena forma de terminar mi penúltima semana en Hamburgo antes de volver a casa por Navidad. Y ahora, cae la nieve sobre Hamburgo: no mucha, pero lo suficiente para que quede un poco blanco. Espero que caiga otra nevada grande antes de que me vaya. Las ciudades ganan mucho estando nevadas, incluso Madrid, aunque quede sumida en el más absoluto de los caos. La crónica de esta semana de despedidas, en este blog y en pocos días.















Se celebraba ayer en Alemania uno de los días más importantes de la navidad alemana, conocido como Saint Nikolaus. Los niños alemanes se levantan y encuentran en su árbol de navidad lo que los españoles nos encontramos el día 6 de enero por las mañanas, osease, regalos. En mi caso, ayer no encontré ningún regalo en mi casa, quizá porque me levanté ominosamente tarde, pero Philips se ha encargado de alegrarme el lunes:  cuando he pasado el control de la entrada, me ha salido al paso un hombre que iba repartiendo un papá noel de chocolate, y la revista de Navidad de la empresa. Desayuno gratis a costa de la empresa. Así da gusto. Los alemanes nos llevan años de ventaja.



Por lo demás, fin de semana que empezó ya desde el jueves, con unos mojitos en casa de álex seguido de fiesta en el bunker, fiesta en la europa haus el viernes, y fiesta en la gustav haus el sábado. Lugar curioso el bunker: como se puede ver en la foto, es un edificio feo donde los haya, pero en donde todos los meses se hace una fiesta para estudiantes en el último piso, al que se llega en ascensor. Sala grande con música, y una terraza con muy buenas vistas de Hamburgo,  eso sí, con las pertinentes estufas para no quedarse pajarito. A esas alturas soplan unos vientos que dejan escapar los lamentos. Y como dije, el viernes en la Europa fiesta del cocktail, y el sábado en la Gustav fiesta de la cerveza a 50 céntimos. Las consecuencias de estas noches no tienen cabida en este blog, pero pueden adivinarse.

Para rematar la semana, enésima visita el Weinachtsmarkt, pero esta vez bajo una lluvia inclemente de la que no protegen ni los mejores paraguas. Sin duda lo peor que tiene Hamburgo, el tiempo. Esta semana dicen que va a nevar, aunque no me lo acabo de creer, estamos demasiado cerca del mar. De todas maneras, espero que así sea, porque soy de los que piensa que la nieve estorba mucho menos que la lluvia. Así nos lo aprendimos en Finlandia.

Mucho tiempo sin escribir, y muchas cosas que contar. Como diría Jovellanos, para el hombre laborioso el tiempo es elástico y da para todo. Y estos días han dado para mucho. Procedo a hacer una crónica breve y concisa del fin de semana.

Fiesta del semáforo el viernes en la Gustav Haus, previa reunión en casa de Laura que tan amablemente nos cedió su casa para el predrinking, tan imprescindible en esta clase de eventos. Charlas, risas, comentarios sacados de contexto respecto a algún nigeriano, y todos abajo al bar, que estaba a reventar. Noche graciosa la del viernes, anécdotas aparte.

Llegado el sábado, me levanté a horas intempestivas (14:00) para ir a recoger a Laura, compañera y amiga de la facultad, que se subió desde Stuttgart para hacerme una visita, y que eventualmente me cobraré en forma de visita al sur de Alemania. Según ella, Stuttgart es otra más de las incontables ciudades alemanas que ni remotamente son siquiera reflejo de lo que un día fueron. Las razones, de sobra conocidas, que quedó rasa después de la guerra. No se podrá quejar mi huésped, porque en escasos dos días ha podido disfrutar de un fin de semana típicamente hamburgués: predrinking, esta vez en casa de los ingleses, fiesta por Reeperbahn, y la tan esperada visita al Fischmarkt, donde comimos los típicos bocadillos de pescado que tan bien se digieren a las 6 y media de la mañana. 

Por supuesto, también hubo tiempo para hacer turismo por Hamburgo, disfrutar del ambiente navideño que perfuma sus calles estos días, y darnos varias vueltas por el Weinachtsmarkt mientras disfrutamos de un reconfortante Feuerzangenbowle, mejor incluso que el Glühwein. Gracias por el descubrimiento Laura.



Este inicio de semana, vuelta a la vida normal, vuelta al trabajo y a las clases de alemán. El trabajo estos días se ha vuelto más interesante, porque he pasado de leer artículos a utilizar un simulador. Básicamente, tengo que simular la distribución de temperatura en un sólido según dónde y cuál sea la fuente de calor. Todo esto son ejemplos preliminares para algo mayor, porque al final tendría que ser capaz de modelar un hígado y simular la distribución de temperatura a la hora de quemar un tumor por radiofrecuencia con una aguja. El caso es que ayer tuve una reunión con mis supervisores y los del departamento de magnetoresonancia, que son los que tienen que proporcionar las imágenes que tengo que procesar, y el resultado de la reunión fue sorprendentemente desconcertante. Resulta que el que va a ser mi proyecto no parece que vaya a ser tan practicable como inicialmente se pensaba, es posible que Philips haya apuntado demasiado alto. La verdad es que intento sacar una conclusión de la reunión de ayer, pero la conversación entre Nicole, Cristian (mi otro supervisor de proyecto y jefe de grupo) y los de magnetoresonancia acabó por derroteros que se escapan a mi entendimiento; demasiados términos médicos que no conozco. Todo ello, aderezado con algún chascarrillo alemán entre ellos acerca de un programa de televisión que parece ser se emitió el lunes por la noche.


"Gracias por la presentación, vuelva usted mañana" fue más o menos lo que me dijeron. Total, me he pasado el día de hoy haciendo nada, porque no localizo a Nicole para que me cuente qué es lo que tengo que hacer.  Tras la ventana, se pueden ver tejados helados hasta donde la vista se pierde: ha llegado una ola de frío a Hamburgo que poco tiene que envidiar a las que asolaban Finlandia en noviembre del año pasado. Hoy lo he pasado un poco mal en la calle, menos de lo previsto gracias a mi bufanda y mis guantes.

Multitud de actividades esta semana, empezando por hoy, que hay fiesta en la residencia, siguiendo por mañana que hay fiesta en el Wiwi Bunker, fiesta del cocktel el viernes y el sábado Gott proveerá.  

Se acerca la Navidad, y con ella, toda clase de eventos que invitan a uno a acercarse al centro a pasar la tarde, aunque sólo sea para ver cómo está iluminado Hamburgo.



Sin embargo, lo mejor en estas fechas es acercarse al famoso Weihnachtsmart, o mercado de Navidad, abierto este lunes pasado, y que seguirá así hasta el último día de Diciembre. La verdad es que no tiene nada que ver con lo que normalmente montamos en España. Así, hay varios mercados de Navidad repartidos por Hamburgo, el más grande de todos ellos, el de la plaza del ayuntamiento, aunque también hay más en Gänsemarkt y por Mönckeberstraße, zonas casi colindantes. probablemente porque aquí hay más espíritu.


En el Weihnachtsmarkt, mucho que ver y mucho que comprar: desde puestos donde sólo venden adornos para el árbol de Navidad, hasta decenas de puestos de comida alemana, donde se puede comer desde pan de coco y las famosas würste, hasta "bocadillos" alemanes, rellenos de queso y con un pan alemán raro de la zona que tiene muy buena pinta. Además, había varios puestos donde se podía comer tartas, champiñones, y por supuesto beber lo más típico de la Navidad alemana, como por ejemplo son el Glühwein y el Apfel-punschen.




Hoy hablo un poco por hablar, porque ayer nos fuimos a mirar más que a consumir, así que en breves haré nuevas visitas al mercado, y de paso compraré algo para mi árbol de Navidad, aunque, siendo sincero, el mercado este es bastante caro; una figura de madera para el árbol de Navidad no sale por menos de 4 euros. La verdad es que no hay presupuesto que resista, pero de todos es sabido que la Navidad, desde que se inventó, está pensada para que unos se gasten el dinero, y otros hagan negocio con los ahorros de los demás.

No os asusteis por el título, simplemente lo utilizo como reclamo para que no cerreis  el blog nada más abrirlo. Transcurren los días en Hamburgo. Puedo decir ya por fin, después de más de un mes, que me he hecho a la ciudad y a sus gentes, así que me puedo autoproclamar amo y señor de la zona. 

La vida transcurre como venía haciéndolo hasta ahora, y tampoco hay novedades importantes más allá de las que he contado hasta este momento. Entre semana, trabajo y siempre alguna presentación a Nicole acerca de lo que voy haciendo. La verdad es que entre Nicole y Cristian, jefe de departamento, no se cortan en empezar a mandarme tareas para mantenerme ocupado. Tanto, que a veces estoy tan corto de tiempo que me veo obligado a sacrificar la hora de lacomida, como por ejemplo ha ocurrido hoy.  Aunque en realidad tengo unos horarios de comida tan locos que si me salto una comida a veces ni la echo en falta. Por lo que tiene menos que ver con el trabajo, también muy bien, mucha actividad y mucho salir, por lo menos viernes y sábado, y si no tengo mucha que hacer en el trabajo, como esta pasada semana, también algún jueves y miércoles. 

He de decir que de tanta tarea que tenía encima me llevo saltando la fiesta de la residencia unas semanas, pero Dios mediante mañana bajaré de nuevo. Bueno, miento, no me la he saltado, la mayoría de las veces que he querido bajar el bar no ha abierto por unas cosas o por otras. En la última ocasión, hace dos semanas, porque días antes parece ser que hubo una cruenta batalla en los billares del piso de arriba, alguien robó botellas de la barra, uno se quiso llevar una ventana y otro reventó la puerta del almacén a patadas. Y es que el vender cerveza a 1€ hace cierto el dicho ese de que "la cerveza es la prueba de que Dios nos ama y quiere que seamos felices", y que en ocasiones lleva a situaciones incontrolables. El caso es que recibimos todos un email en el que se nos decía que el siguiente miércoles el bar no abriría, y que, para nuestra información, había costado 1000€ reparar el local. A saber cómo acabaría, no hay testimonio fotográfico. Aunque nos lo quisieran cobrar, tocaríamos a 2€ por cabeza, por eso de que somos casi 500, así que alguna cabeza habrá hecho la cuenta de que "sale rentable destrozar el bar".

Y por lo demás, sigo yendo a mis clases de alemán, sobre las que tengo que hacer un post exclusivo porque son de libro. Gente extraña y de extrañas maneras los que allí van, y no me incluyo.

No me resisto a contar el lamentable sistema que tienen instaladas las residencias de estudiantes con respecto a internet. En las demás es parecido, pero en mi caso, sólo puedo descargar un total de tres gigas de datos al mes. Eso no quiere decir únicamente en descarga directa, que podría ser hasta cierto punto razonable, sino de descarga total de datos, con lo cual me pienso más de dos veces meterme en el youtube y sucedaneos. En el caso de que se sobrepase este límite de tres gigas, como me ocurrió a mí en Octubre, la velocidad de conexión baja desde 4 Mbps hasta unos tristes 50 kbps. Infernal y desesperante.

Y por último, se anuncian visitas varias para estos fines de semana venideros. Sin ir más lejos, Laura viene desde Stuttgart a hacerme una visita y a conocer el tan aclamado Fischmarkt de los sábados. Más adelante, en Diciembre, Ula y Marek, amigos polacos del año pasado en Finlandia, vienen a pasar un fin de semana, A ver en qué queda la cosa. 

Esta semana que ya ha empezado en principio no guarda grandes misterios o aventuras,  salvo que ayer mismo se ha inaugurado el Weinachsmarkt, que no es poca cosa. Espero poder ir en breves y así explicar lo que es, que tiene mucha fama. Pronto más y mejor.

He ido retrasando este momento varios días, pero creo que ya estoy en disposición de hacer un poco de prosa descriptiva con mis compañeros de trabajo. No de todos, sino de los que están de prácticas, porque si tengo que empezar a hablar de todo el departamento, no acabo ni para Pascuas.

Aquí los de prácticas estamos divididos en tres despachos. En uno de ellos, en el despacho 423, trabajamos Jingang, Bharath y yo, a falta de un ordenador que está por ocuparse, aunque no parece que vaya a venir nadie más con nosotros. Aquí los ratos de trabajo se combinan con (a veces excesivos) ratos de risas y relatos de historias que cada uno va soltando con tal de retrasar el mometo de volver a trabajar. "No, es que eso que llamais los europeos comida china en China no existe", "No entiendo por qué la gente cree que todos los indios somos de Nueva Delhi" o "Yo no hablo como el indio de The Big Bang Theory" y demás comentarios acerca de las culturas propias de mis compañeros, merman las horas de trabajo real que deberíamos de estar haciendo. El que en mejor posición está en este caso soy yo, porque Bharath y Jingang llevan en Philips varios meses y sus tesis están a punto de llegar a término, con el consecuente trabajo que lleva ultimar cualquier cosa. Yo en cambio aún me dedico a leer artículos. 

En el despacho de más allá del pasillo trabajan Johannes, natural de Freiburg, y Yorlanda, de Holanda (sus padres no sabían que el nombre que le pusieron a su hija rimaba con el nombre de su país de origen en español). Johannes pudiera ser discípulo de Confucio, se lo toma todo con mucha parsimonia y necesita largos ratos de meditación para cualquier cosa, incluso para elegir el menú del día. Es buena gente. Yorlanda también, pero hay una cosa suya que es deseperante y a la que no termino de acostumbrarme: cada vez que estamos todos reunidos comiendo o de charla por el pasillo, y tiene que decir algo, se debe poner muy nerviosa, porque mientras cuenta lo que tenga que contar, su cuerpo comienza a contonearse, y sus manos se retuercen de forma extraña; el resto del tiempo es normal, salvo cuando ríe, que taladra un poco la cabeza. Siempre cuenta bucólicas historias de Holanda y de su ciudad natal, y de lo inútil que es el holandés incluso dentro de la propia Holanda.

Por último, un poco más allá, está Peter, de Karlsruhe, allá por el sur de Alemania, que también es normal aunque tiene una voz demasiado grave para mis oidos. Poco que contar, salvo que está sólo en su despacho, acompañado por una triste planta.

Varios de los mejores momentos en la oficina ocurren cuando Bharath aún no ha llegado, y puedo inventarme historias para contárselas al chino, que, con el resto de chinos, conforman aún una civilización bastante ingenua que a día de hoy no ha espabilado después de lo que les ocurrió a finales del XIX. Como no entiende español, he elegido una víctima al azar en mi facebook (cuya identidad aquí no será revelada) que, cada vez que se hace fan de alguna página en español, al chino le cuento que se ha hecho fan de "otra cosa", por eso de que no lo entiende. Esa otra cosa me la suelo inventar, y normalmente es de índole censurable, así que me abstengo de contarlo en este blog. Muy divertidas las reacciones del chino, un día las grabaré y publicaré.

Los nuevos praktikants, osease, Peter, Johannes y Yorlanda, llegan a trabajar muy pronto normalmente. No sé muy bien a qué hora lo hacen, pero cuando yo llego siempre están concentrados y trabajando. Da igual que llegue a las nueve, que es cuando normalmente llego, que a las ocho. Luego a las 12 de la mañana empiezan a dar la vara con ir a comer, aunque cada vez me cuesta menos decirles "A las 12 de la mañana yo no como", y voy retrasando el momento hasta la 1, que me parece un horario normal dentro de la anormalidad de los horarios de comida europeos. Intentaré que llegue el día en el que comamos a las 2.

Mañana tengo una presentación delante de todo el departamento para contarles lo que llevo haciendo tres semanas, así que me voy a preparar un pequeño discurso suficientemente clarificador para evitar, en la medida de lo posible, que me hagan preguntas inconvenientes. He dicho.

A punto de llegar el invierno (si es que no ha llegado oficialmente ya) y la Navidad en su faceta más comercial, empiezan en Hamburgo a sucederse distintos eventos. Uno de ellos, es el conocido como Dom, que dicho así suena muy atrayente, pero que en realidad es la feria que montan en Agosto en Alcorconete de abajo, sólo que con tecnología alemana y durando un mes. Dicho así pudiera sonar un poco decepcionante, pero a las atracciones que allí hay uno no se sube sin habérselo pensado dos o más veces. Se puede elegir entre una variedad  indecente de aparatos enormes que hacen todos los giros posibles que una máquina podría hacer, y en el caso de haber cenado ligero o en ayunas, se puede incluso pasar un buen rato en ellos. En otro caso, la cena puede acabar encima de alguien que esté mirando abajo. Para los cobardes siempre está la clásica noria.


Ayer sin embargo no era día de subirse en las cosas, porque el próximo miércoles estará todo más barato, sino día de darse una vuelta por la zona. No hay en el Dom sólo atracciones de feria futuristas, sino también multitud de feriantes con sus correspondientes puestos de comida: desde frutas caramelizadas, hasta salchichas de medio metro (no estoy exagerando, las vendían de ese tamaño), pasando por mazorcas de maíz, gofres y los imprescindibles puestos para beber cerveza. Con respecto a esto último, habían montado una carpa, a lo Oktoberfest, recreando el ambiente del conocido festival con alemanas que servían cerveza vistiendo trajes típicos, mesas de madera que se perdían al fondo de la carpa, y jarras de tamaño importante. Lo único que no encajaba era la música que sonaba: definitivamente ABBA no pega en el Oktoberfest.

Habiendo dormido poco o nada el día anterior, y con muchos teniendo que ir a curso de alemán al día siguiente a las 10 de la mañana, acabamos en Sternschanze tomando una cerveza, eso sí, después de dar muchas vueltas, que hay tantos sitios donde ir que puedes echar la juventud buscando un sitio a base de pensar "esto es caro, habrá uno más barato por aquí cerca". Es lo que tiene Hamburgo, haz que ir buscando la oferta. Aunque al final oferta nada que pagamos por una Franziskaner tres euros. Eso sí, mereció la pena; tanto oir hablar de ella, había que probarla. Muy rica.

Después de haber intentado ir varias veces, sin resultado, ayer por fin conseguí tachar  otra cosa más de mi lista de cosas por hacer en Hamburgo.


Los domingos, a las 6 de la mañana, se organiza en el puerto de Hamburgo un mercado al que la gente va a vender hasta los calzoncillos, aunque el factor común a todos los puestos que allí se montan suele ser comida, principalmente pescado. Así que uno puede pasearse por allí y comprar pescado frito, que a esas horas procede mucho. Y si no se quiere pescado, siempre se pueden comprar las típicas Curry Wurst que tan buena acogida tienen de vuelta a casa.


Así que después de haber estado de fiesta por Reeperbahn, nos dirigimos hacia el famoso Fischmarkt. Lo que allí hay no es sólo un enorme mercadillo de puestos de pescado, salchichas o fruta, sino que en el edificio del Fischmarkt, que se puede ver en la foto al fondo a la izquierda, hay siempre organizado un concierto. Siguiendo la famosa frase "los viejos rockeros nunca mueren", un grupo de ellos tocan temas de rock clásicos, animando al personal que ha conseguido aguantar hasta esas horas, no queriendo decir ésto que el sitio esté lleno de acabados.  De hecho, la gente sigue allí de marcha, bebiendo y bailando. Por querer dar un merecido respiro a los grupos de música, hay en cada lado del edificio un escenario montado, de tal forma que cuando unos están cansados, la música se traslada al otro escenario. Buena música, buena comida, y muy buen ambiente, que seguro que se prolongaría hasta más tarde, porque nosotros a las siete y media dijimos que vuelta a casa, y que otro día más.

Como siempre, estas cosas son mejores vistas que contadas, así que prometo llevar a mis visitas a ver el evento, que es una experiencia.

Acabada formal y oficialmente mi primera semana de trabajo, procede hacer una breve crónica de lo que ha sido. En realidad podría resumirse en pocas palabras, porque esencialmente me he dedicado a buscar por internet artículos relacionados con el futuro tema de mi proyecto, oséase, estudio de la distribución de la temperatura en ablaciones de tumores hepáticos mediante el procesado de imágenes de ultrasonido. Suena complicado, y más complicado es buscar información útil en las bibliotecas virtuales a las que tenemos acceso.

El caso es que el martes llegó Nicole toda pizpireta, y me dijo que el viernes, por hoy, tendría que hacer una presentación de lo que encontrara en una reunión con el jefe del departamento. Como sonaba serio, me puse a emplear mi tiempo debidamente, y lo que yo inicialmente pensaba que iba a ser una semana de aparentar y pintar la mona, acabó siendo una semana que, digamos, me ha mantenido ocupado.

Estos días me han servido para descubrir que los informáticos son gente a la que les encanta mandar la pelota al tejado del vecino. Todo empezó cuando Nicole me mandó instalar el Ansys: resulta que faltaban programas por instalar en mi ordenador, mi cuenta en Linux no estaba activa y toda suerte de torpezas por parte del IT Management, como aquí se les llama. Primero llamé a uno de los que estaban encargados, vino, vio mi pantalla y me dijo que eso no era cosa suya, que era de otro responsable. Llamé a ese otro responsable, y vino a los dos días para decirme que en realidad eso no era cosa suya, sino de otra persona, que casualmente era la que me había venido a ver en la primera ocasión. Una merienda de negros. Malditos informáticos. Al final se han conseguido poner de acuerdo para instalarme la aplicación a última hora de esta tarde. 

Con respecto a la reunión de hoy, pues muy bien, como no podía ser de otra manera, pero además con la noticia de que horas más tarde había organizada una conferencia con las oficinas de Philips en Washington, con el objetivo de aclarar aspectos relacionados con mi línea de investigación. Así que recibí una cordial invitación para unirme, escuché la charla del americano... y en realidad todo sirvió para que me mandaran más trabajo, porque ahora tengo que leer para el jueves que viene otros tantos artículos y hacer una nueva presentación.


Esa es más o menos la vida en la oficina esta semana. Con respecto a la comida, después de haber comido en Philips durante cinco días, decir que si me traen a Alemania el menú de la Student Union de Lappeenranta y no me lo dicen, no me entero. Lo mismo, aunque un poco más completo quizá. Salchichas, patatas, arroz, verdura variada, pescado, salchichas, estofados endemoniadamente picantes, wiener snitzel y salchichas. Y si algún día sobran salchichas, las vuelven a poner al día siguiente en el "Menú complementario", que normalmente suelen ser comidas especialmente altas en hidratos de carbono. Somos gente importante y con medios.

Y por fin llega el fin de semana. Hoy había organizada una gran fiesta en mi residencia, pero ha sido suspendida porque "hay personas que tienen la gripe A y no pueden asistir". Me parece lamentable y una idea propia de una república bananera. ¿Cuándo se suspende una fiesta porque haya gente que tenga gripe?. Aquí la gente a veces es muy rarita. Menos mal que esto es Hamburgo y siempre hay plan alternativo, en este caso, consistente en acercarse a Reeperbahn o Sternschanze, algo que pudiera parece rutinario pero que no lo es, que hay mucho sitio a donde ir por estas zonas. Otro día, más.

El día despertó frío y lluvioso, como viene siendo habitual desde que llegué. Tocaba irse a levantar Alemania. Nicole, mi tutora, me había dicho la semana anterior que tendría que estar a las 08:30 en la puerta de seguridad de las instalaciones de Philips, y a las 09:00 en el despacho de una señora que se hacía llamar Mrs. Müller, para darme una burocrática bienvenida junto al resto de estudiantes que también empezaban ese día. No procedía llegar tarde el primer día, así que me planté en la puerta a las 08:25, donde el guarda de la puerta me hizo pasar a una cabina... para hacerme la tarjeta de trabajador de Philips. Fue gracioso el hecho de que se tiró cinco minutos para hacerme una sólo foto, y justo cuando apretó el botón casualmente pestañeé, apareciendo en la pantalla de su ordenador una enorme cabeza de Alfonso con los ojos cerrados, lo que provocó en él una prolongada risa que no se molestó en disimular. Una vez que se sobrepuso del aparentemente jocoso momento, me hizo otra foto, me dijo a dónde tenía que ir, y allí se las dieran todas. Está claro que este mundo ha sido hecho por los locos para los cuerdos.

Una vez pasado el control y llegado a mi edificio y planta correspondiente, me dirigí al despacho de Nicole, ya que me sobraban 20 minutos para que empezara el meeting. Y ahí estaba ella, la persona con la que me llevaba escribiendo emails desde hacía tres meses: cuerpo de mujer de 28 años delgado, pero con cara de niña alemana de 12 años, voz aterciopelada, de rubia melena y ojos azules. En realidad tenía la sensación de que ya la conocía después de tanto email, así que después de varios comentarios extra-protocolarios, me enseñó mi oficina: amplios ventanales y pantallaza de ordenador, por supuesto de Philips, para ver el facebook más grande y mejor. Me dijo Nicole que tendría dos compañeros más, pero todavía no habían llegado. También me dijo que todavía no podía tener mi dirección de correo de Philips, porque parece que todo el departamento de informática está inmerso en solucionar el aparente problema de tener dos apellidos, el segundo de ellos compuesto. Resulta que el sistema informático no procesa semejante aberración y no es capaz de generar una dirección.

Justo después, Nicole me llevó al despacho de la buena señora ésta. Ahí estaba Mrs. Müller, versión femenina y anciana de Vicky el Vikingo, dientes que necesitaban una ortodoncia urgente y un cuerpo de troll de río, pero de la que se dice que es muy inteligente. Es una pena que el talento dure más que la belleza. Para que luego digan de los españoles, fui el primero en llegar en hora a la reunión, los otros dos estudiantes, alemanes, llegaron con un indecente retraso. Información acerca de las horas de trabajo diarias, de los días de vacaciones, la llave de la oficina, y otros temas burocráticos que poco o nada interesan al resto del mundo.

Así que vuelta al despacho. Seguía sin llegar ninguno de mis compañeros, pero Nicole ya me había dicho que empezara a investigar sobre el tema en el que voy a trabajar, buscando en las bases de datos con las que Philips tiene acuerdo. Además, me trajo una versión de ANSYS, un software para resolver problemas matemáticos relacionados con la física, parecido a un Matlab avanzado para simulaciones, sobre el que tengo que hacer una exposición este jueves para comentar su viabilidad en relación con mi proyecto.

Llegaron entonces mis compañeros de oficina, a eso de las 11 y media de la mañana, una hora muy buena para empezar a trabajar. No quería el destino que me separara de las civilizaciones china e india ni siquiera en el trabajo. Por eso mismo, mis dos compañeros de oficina son exactamente eso: un indio, y un chino. Ambos muy simpáticos, especialmente el indio. Después de estar un rato de charla y contándonos batallitas, Nicole, junto con más gente del departamento, llegó y "me llevó" a comer con el resto de estudiantes que empezaban ese día. 

El comedor de Philips una verdadera locura, principalmente porque había varios cientos de alemanes agolpándose para servirse la comida, y porque no se puede pagar en efectivo, sino que hay que meter la tarjeta de Philips en una máquina, recargarla con dinero, y luego pagar con ella en la caja. No se entiende. Menos mal que Nicole estaba allí para guiarme en tan dificultosa tarea: "Alfunso no hagas cola ahí para coger sopa, en el otro lado hay menos gente". Muy considerada. Seguidamente confirmé, pobre de mí, eso que dicen acerca de que los alemanes son unos obsesos del trabajo: nada más sentarse, empezaron todos ellos a engullir como jabalíes los tres platos, y en escasos 15 minutos, ya estaban todos listos para volverse a trabajar. Yo, casi a punto de tener arcadas por intentar seguir su frenético ritmo de ingestión, conseguí terminar mi comida, y tambaleándome me volví con ellos a trabajar. En realidad estuve de charla el resto de la tarde, y luego nos subimos el indio, el chino y los otros dos alemanes a jugar un futbolín, al que los de prácticas podemos jugar. 


Y después del futbolín, acabó mi día de trabajo, vuelta a casa, y con una nueva tarjeta de transportes gratuita por cortesía de Philips, válida hasta finales de agosto del año que viene, y con la que puedo viajar lo que me dé la gana por Hamburgo y sus alrededores. Así da gusto.

Bueno, recién llegado de Berlín, procede relatar en este blog mis impresiones sobre la ciudad, a la que todavía no voy a ponerle apodo. Creo que necesito alguna visita más, y esta vez no será la última que vaya este año, así que lo dejaré para más adelante. La crónica del viaje será larga, así que podeis iros a hacer un té o un café, para tener entretenimiento mientras leeis. Quedais avisados. 

Berlín. La ciudad que fue pero que ya no es, y que ahora es otra cosa. Después de que quedara prácticamente rasa al finalizar la Segunda Guerra Mundial, propiciado ésto por lo que los mismos alemanes llaman textualmente "políticas insanas", Berlín está pasando por un constante proceso de reconstrucción, que aún no ha terminado. Por esto mismo, el primer día en Berlín se me hizo extraño: en realidad todo lo que veía existió en su tiempo, pero quedó gravemente dañado, con lo cual lo que uno ve en ocasiones es una reconstrucción. Exacta a cómo estaba antes, pero una reconstrucción. El truco es cambiar un poco el chip y verlo todo como nuevo, que fue lo que hice yo. Entonces fue cuando verdaderamente empezó a gustarme.


Grandes plazas, como la Gendarmenmarkt, son verdaderamente impresionantes, así como la catedral de Berlín o Berliner Dom, seriamente dañada en los bombardeos pero reconstruida y restaurada, y que es también uno de los edificios más colosales de la capital alemana. Para visitar otros edificios, como el Reichstag o parlamento alemán, había que hacer grandes colas. En este último caso, porque en lo que antes era la cúpula del edificio y que fue destruida, se hizo otra nueva a cargo de Norman Foster, y desde la cual se tienen buenas vistas de Berlín. Atraviesa la ciudad una calle llamada Unter den Linden (bajo los tilos), en la que efectivamente hay tilos, y que constituye la principal y más notable, por distintos motivos, arteria de la ciudad. Esta calle tiene mucha historia detrás, pero no me paro mucho, el que quiera que tire de wikipedia.


Restos del antiguo muro de Berlín, del que ahora se conmemora el 20 aniversario de su caída, quedan varios trozos, los cuales no llegué a visitar. Aún así, el lugar que mejor recuerda a la historia del muro es el conocido Checkpoint Charlie, que sí visité, y que fue uno de los pasos fronterizos entre el sector americano y el soviético, famoso por reflejar la crisis política de la Europa de la posguerra. Merece una visita, e incluso hay dos figurantes disfrazados de soldados de época con los que hacerse una foto.


Berlín en sí puede visitarse en dos días, así que decidimos irnos a Postdam, a 30 kilómetros, y al que se puede ir en el mismo metro. En Postdam puede verse el Schloss Sans Souci, palacio de retiro de Federico el Grande, y, entre otros palacios, uno de los más grandes e importantes de Alemania, del que no recuerdo el nombre. De lo mejor que he visto, con permiso de los de San Petersburgo. Así que una visita a Postdam es obligada si se está un número de días suficiente en Berlín.

Por eso de que Berlín quedo casi raso después de los bombardeos, varios arquitectos han hecho su agosto a base de constuir curiosos edificios, baluartes de la arquitectura moderna. Es el caso del Sony Center, en la Postdammerplatz, punto turístico importante por lo que allí han montado, y que cuesta describir. Personalmente, y aunque quede friki, me recordó a la nave marciana gigante de "Independence Day" cuando se abría para lanzar el ultra rayo que se cargaba las ciudades. Muy chocante. En general pueden encontrarse otros ejemplos de arquitectura moderna en Berlín en muchos puntos del mismo, aunque probablemente el más famoso sea éste que acabo de mencionar.



Sin embargo, lo mejor de Berlín no fue ni la ciudad, que desde luego merece una visita una vez en la vida al menos, sino algo que yo no tenía planeado ni visitar. Pero el destino (mis padres) es caprichoso. Existe en Berlín la Museumsinsel, en castellano "Isla de los museos", donde están los museos más importantes de Berlín y de Alemania; sólo dio tiempo a visitar dos: el Altes Museum, y el Museo de Pérgamo. "Museos, ¡pero qué mierda!". Sí, a mí también me dio pereza, pero sin ninguna duda, y por mucho, lo mejor de esta visita a Berlín no ha sido ni la ciudad, ni Postdam... sino el Museo de Pérgamo. Indescriptible, y debe ser de visita obligada para todo el que pase por Berlín. No he visto cosa igual nunca. No digo más. Sólo decir que en el museo se conservan restos de edificios de algunas colonias griegas en Asia Menor, como eran Pérgamo y Mileto. Dejo únicamente esta foto para que se vea una de las maravillas que guarda; decir "maravilla" no es casual, porque el Altar de Pérgamo, que es lo que se puede ver en la foto, es la única de las maravillas del mundo antiguo que se conserva en la actualidad.

Queda para una próxima visita a Berlín un obvio repaso de la ciudad, y si me sobra tiempo y siguiendo con la fiebre de museos que extrañamente me invade, no estaría de más una visita al Neues Museum, que guarda el famoso busto de Nefertiti. Estaba programado ir a verlo hoy antes de volverme a Hamburgo, pero por ser un museo nuevo (se inauguró en abril de este año) y por el factor Nefertiti, las colas de espera son enormes, y no dio tiempo. Queda para una próxima visita.

Con respecto a la gente, Berlín estaba infestado de turistas españoles e italianos al uso, a voz en grito por la calle y soltando chascarrillos inconvenientes. Les da igual viajar a Berlín que a Tegucigalpa. Se confirma de nuevo mi teoría de que la que más viaja es la chusma. Es lamentable. Procuro decir algo en alemán al estilo Entschuldigung o un muy cerrado Hallo si me los encuentro, para que me tomen por alemán de ascendencia ibérica, y no me den el coñazo con preguntas improcedentes o comentarios fuera de lugar. Lamentable. Y en relación con la comida, exceptuando kebabs, McDonalds, puestos de salchichas y derivados, en Berlín se come por un precio medio de entre 10 y 15 euros. Ni caro ni barato.

Así que, resumiendo, visita a Berlín francamente satisfactoria, y a la que se debería ir antes o después en la vida de uno, por muchos motivos, ya sean históricos, arquitectónicos o culturales. A mí en particular me interesó especialmente la historia del muro de Berlín, y también la del Berlín antiguo, es decir, el de antes de la guerra. Cuestión de gustos e intereses de cada uno. Si alguien tiene entre sus planes ir a Berlín, que me lo haga saber, y me replantearé una nueva visita, porque siempre queda algo por ver.

Mañana, mi primer día de trabajo. Crónica del mismo también mañana, a estas horas.



Pues sí, el domingo pasado llegaron a media tarde mis padres a Hamburgo, no tanto a controlarme, que también, sino a pasar unos días por tierras hanseáticas comigo. Se agradece el gesto.


Con las visitas de los padres, uno tiende a hacer turismo serio y profundo, a diferencia del turismo con amigos, en el que uno se lo pasa muy bien, pero no acaba sabiendo si ha pasado por Viena o por Adis Abeba, capital de Etiopía. Así, creo que oficialmente conozco a un 80% la ciudad de Hamburgo, galerías de arte incluídas; en particular, me gustó la Kunsthalle, que es el equivalente al Museo del Prado de Madrid, aunque con la centésima parte de pintura. Aún así, el museo guarda varias joyas.

Pero no todo fueron museos. Puesto a visitar la ciudad, decidimos subirnos a dos de las torres más importantes, la de St. Nikolai y la de St. Michael. La primera tiene las vistas más impresionantes de Hamburgo, con permiso del globo aerostático que sobrevuela la ciudad y al que todavía no me he atrevido a subir. Aparte de esto, he descubierto varios sitios nuevos de la ciudad y que todavía desconocía, como la Chilehaus, que es, desde hoy, uno de mis edificios favoritos de Hamburgo. Un ejemplo del Art Decó del siglo pasado, sencillamente sublime. No había visto nunca cosa igual. También ha incluido el tour de estos cuatro días una profunda revista del resto de iglesias, además de algún paseo por el Alster, un recorrido por los canales de la antigua zona industrial próximas al Hafen City, y por supuesto, compras. Estaba programado que les llevara a Lübeck, que está a media hora de Hamburgo, pero no ha dado tiempo. Lástima, iré yo en unos días de todas maneras.

Lo bueno de esta semana con mis padres es que todo sale gratis: desayuno, como y ceno por la patilla, y además muy bien. De hecho, y gracias a esto, he recuperado la costumbre de desayunar, que perdí nada más pisar Alemania. Aquí, como en la mayor parte de centro europa, no es que se coma ni mal ni bien, pero aprovechan para echarle pimienta a todo lo que uno pueda llevarse a la boca. En este saco caen sopas, pasta, carne, pescado, y cualquier otra cosa susceptible de pasar por una sartén o una olla, con lo cual una inocente comida puede convertirse en el más ardiente de los infiernos (esto último es opinión de mis padres). Todavía no tengo muy claro cuál es la comida típica de Alemania y en particular de Hamburgo, aparte de las hamburguesas, que tampoco es que sean típicas. Tenía idea de que eran las patatas y las salchichas, pero en restaurantes es obvio que no sirven salchichas. Lo único típico que he probado, y ni siquiera estoy seguro de que sea alemán, ha sido el Wiener Snitzel, renombrado en España como escalope milanesa.



Me sabrán disculpar los lectores, pero hoy no subo fotos porque en realidad debería de estar hace rato durmiendo, y voy con un poco de prisa. Bastante es que escribo esta entrada. Los motivos, que me voy a Berlín a horas intempestivas mañana por la mañana con mis padres, a pasar unos días hasta el domingo. Traeré, a mi vuelta de Berlín, un apodo para la ciudad, que ya me lo pidió un amigo. Así que hasta el domingo, cuando hablaré de Berlín y haré balance de la semana pasada con mis padres.

Siguiendo la tradición de bautizar con alguna clase de apelativo algunas de mis ciudades favoritas, le he concedido éste a la ciudad de Hamburgo, por varias razones sopesadas detenidamente; en principio tenía otras ideas en la cabeza, pero esta la que mejor se ajusta a lo que he visto hasta ahora.Segunda ciudad de Alemania después de Berlín, Hamburgo se cuenta entre los puertos más grandes del mundo; de hecho, es el noveno más grande, con casi un 10% de la superficie total de la ciudad, y con rutas que visitan los cinco continentes.


Muchos edificios históricos y muy variados, aunque lo que más destacan son las cinco principales torres de la ciudad, que pueden contemplarse desde cualquier punto de Hamburgo medianamente alejado de todas ellas. Mis favoritas, la torre del ayuntamiento, la de la antigua catedral y la de la iglesia St. Michael. La ofensiva aliada en la Segunda Guerra Mundial trajo mucha felicidad al mundo, pero muy poca a la Alemania nazi de entonces, lo que causó que más del 80% de la ciudad de Hamburgo de la época fuera destruida. Lástima de catedral (entre otras cosas), de la que sólo se mantiene la torre. En la foto, puede verse en la pared de la torre dónde empezaba la nave.



Destaca en Hamburgo el lago Alster, en plena ciudad, y por el que navegan gráciles barcos  y veleros que transportan a aquellos inocentes turistas que quieran darse una vuelta por el lago. Mientras tanto, se pueden contemplar las mansiones de los más ricos de la ciudad, todas ellas con vistas al Alster, y algunas de ellas con embarcaderos propios. Para mofa y burla de mis amigos, si existiera un barrio Salamanca en Hamburgo, éste sería el que colinda con el Alster.


 
Calles importantes en Hamburgo, muchas, por distintos motivos. Algunas de ellas, muy comerciales, como Mönckebergstraβe, comúnmente apodada Mön por los paisanos, y Spitalerstraβe, donde se concentra la mayor parte del comercio de Hamburgo. También la archiconocida calle Reeperbahn, de la que ya os he hablado anteriormente, principal lugar para salir de fiesta por las noches, junto con el barrio de Sternschanze. Si me hubieran preguntado la semana pasada cuál es mi sitio favorito para salir de estos dos, probablemente hubiera dicho Sternschanze, pero después de este fin de semana, me quedo con Reeperbahn. Sólo le falla a esta última que eres susceptible de ser multado si la policía te ve con una botella de lo que sea; no fui multado, pero me soltaron varias coces en alemán diciéndome que dejara la botella antes de seguir caminando. En el fondo, entiendo sus razones, porque es una zona en la que siempre se arma jaleo con pasmosa facilidad, y la recorren delincuentes muy dados a estampar cosas de cristal en la cabeza del prójimo, sentimiento que se intensifica si están bebidos.

Para los amantes de los parques como el del Retiro de Madrid, aquí en Hamburgo aprovecharon en su día para hacerlos indiscriminadamente. Así están el Planten un Blomen, el StadtPark (al lado de mi residencia), el Alter Elbpark, el Wallanlagen, y tantos más con nombres alemanes que no me pararé a escribir aquí. Bueno, miento; el Planten un Blomen, considerando como el "pulmón verde" de Hamburgo, pudiera sonar a alemán, pero no lo es. Ni los hamburgueses, incluyendo a mi buen amigo Nils, que a veces parece haber nacido en Tumbuctú, saben de dónde viene. Parece ser que es un antiguo dialecto mezcla del alemán y el danés. Irrelevante.

Y por supuesto, al estilo de las capitales escandinavas, Hamburgo huele a kebab y a McDonalds, infestando los primeros gran parte de Hamburgo, indistintamente del barrio en el que uno se encuentre, y revelándose estos como una de las economías más boyantes de la ciudad. Con lo cual, si alguien tuviera repugnancia al olor del kebab, entonces le recomiendo sinceramente que no me haga ninguna visita, a no ser que traiga consigo una mascarilla Michael Jackson, que tan de moda están ahora. Además, muchos están situados en plena zona de marcha para tomarse uno antes de volverse a casa. Del McDonalds, sin comentarios, que son más comunes que un especial de Nochebuena, y todos los conocemos.


Así que tenemos mezcla de mansiones, prostíbulos y sex shops, grandes torres, kebabs, parques, canales y barcos, locales de fiesta, y últimamente un combinado de días dionisíacos y apolíneos, los primeros de miércoles a sábados, los segundos de domingos a martes. Prefiero los primeros, los otros son como olas mansas, aunque la semana que viene serán ocupados por la visita de mis padres a Hamburgo, mi marcha a Berlín, y, a mi vuelta, el trabajo.

Sí. Yo tampoco sabía lo que era, hasta que usé a Mr. Google Translator, que tan buen amigo es estos días. 

Y es que el otro día fui a buscar mi contrato de prácticas a Philips, aprovechando para calcular cuánto tiempo me llevaría llegar hasta el laboratorio todas las mañanas; a este respecto, aproximadamente tardo 10 minutos en metro y otros 10 minutos andando.

Parecía ser que, como oficialmente no pertenezco a Philips de momento, no debía tener derecho a ver nada más que el puesto de control de la entrada, donde Nicole había dejado mi contrato. Así que después de que el guarda de la entrada me pidiera el pasaporte para identificarme y soltara varios chascarillos relacionados con que fuera español, me volví para casa para estudiar todo lo que me había metido Nicole en un gigantesco sobre de Philips.




A día de hoy, y pasados varios días, he entendido más bien poco de lo que hay en el sobre. En principio, parece que tengo dos contratos, uno de prácticas y otro de tesis o proyecto. El primero dura hasta el 1 de Febrero, y el otro, hasta el 31 de Julio. Además, se me ha proporcionado un pequeño libro que habla sobre la seguridad laboral. La única pega de todo esto es que no hay nada que no esté redactado en alemán, con lo cual no me voy a molestar en copiar al google traductor todo el libro de seguridad laboral, que probablemente si estuviera en español o inglés tampoco me lo leería. Simplemente me limitaré a entender lo que dicen sendos contratos.


Y con respecto al contrato, lo único que entiendo es 3 números seguidos de €/monatlich, y allí me las den todas. El contrato también parece que habla sobre la patente del proyecto, que acabará siendo de Philips, y varios detalles más. El título del proyecto finalmente será "Liver modelling for ablation planning", y trabajaré en el departamento de procesado digital de imágenes. A ver si me regalan algunos detalles más, porque información amplia todavía no tengo, pero todo lo bueno se hace esperar.

En cambio lo que no se hace esperar es el frío y la lluvia. El primero, se ha quedado ya para instalarse en Hamburgo por una temporada, y la segunda, pues es una molesta y omnipresente compañera de viaje. Muy a menudo un día que se despierta con pocas nubes, acaba convirtiéndose en un día lluvioso. Mete miedo mirar al cielo. La nieve no era tan molesta. Menos mal que hoy el día se ha levantado muy soleado y sin nubes en el cielo, así que habrá que aprovechar y seguir haciendo un poco de turisteo, que aquí todavía me queda mucho por ver. Aunque hoy todo apunta a que tenga que hacer algún trámite, como por ejemplo, irme a registrar a la institución de viviendo competente para registrarme, porque de momento sigo de ilegal. También tengo que ir al banco a que me enseñen a manejar los servicios online de la Hamburger Sparkasse, porque está toda la web en alemán y no entiendo nada. Me parece lamentable que un país como Alemania no tenga la web de sus bancos también en inglés. Tercermundista.


Y ya por fin, el próximo post, mis impresiones acerca de Hamburgo como ciudad histórica y para vivir, ahora que ya tengo abundante material fotográfico. Para que no me dejeis de leer, probablemente bautize por fin a Hamburgo con alguna clase de apelativo, como yo siempre hago: si Estocolmo era una ciudad señorial, Alquézar un pueblo sin parangón, o Salas Altas un sitio con solera, Hamburgo no merece otra cosa que un apelativo que la haga distinguible a otras ciudades alemanas, o del mundo. No murais de impaciencia. Hasta más ver.

Todo empezó el lunes pasado, con la sospechosa aparición de un cartelito colgando del pomo de mi puerta, con las letras FD. Creí que todo esto tendría que ver con que era el último del piso que había llegado, y pensé que era como un gesto de bienvenida. Nada más lejos.

En la cocina tenemos cuatro cubos de basura, cada uno para una cosa distinta: restos de comida, papel, y otros dos cubos que yo clasifico como "indefinidos", porque la gente tira ahí lo que le venga en gana según sople el viento. El caso es que la semana pasada, el tema de la basura funcionó perfectamente, porque los cubos nunca llegaban a llenarse, olía bien... en fin, que como tenemos un servicio de limpieza, todo lo atribuí a éste. Craso error. Llegó el jueves de esta semana, y veía que los cubos estaban casi al límite, y la cocina comenzaba a oler mal. Inocente yo, pensé "los de la limpieza están descuidando sus tareas".

Ese mismo jueves, entré en la cocina y encontré a Rishab, y aproveché para comentar que el servicio de limpieza había abandonado sus quehaceres, para dejarnos en la más antihigiénica de las inmundicias. A lo cual mi amigo indio respondió que "no, si es que esta semana la basura te toca bajarla a tí".

Fue entonces cuando advertí un cartel en la puerta de la cocina que decía Flurdienst, que no sé lo que significa, aparte de que si encuentras un papelito colgando del pomo de tu puerta con esta palabra, esa semana te toca velar por la habitabilidad del lugar. Así que bajé corriendo la basura para que no se dijeran cosas como "mira el español, que es un sucio y nos ha dejado la cocina hecha unos zorros". La semana que viene le toca al neozelandés (también apodado señor dame-crema-en-la-espalda), así que a ver cómo lo hace. Mejor que yo no es difícil.

Después de la fiesta del miércoles en la residencia, la fiesta de ayer se las prometía gorda, principalmente por la publicidad que me ha hecho Nils acerca de ella.

La fiesta se celebraba con motivo del inicio del curso universitario, y se había escogido como emplazamiento el Wiwi-Bunker de la universidad de Hamburgo. La verdad es que el nombre, aunque teletúbico, no esconde nada exótico detrás, pues simplemente es el bloque de económicas. La fiesta era en el hall, y simplemente habían colocado los pertinentes altavoces, varias barras, y llamado a la gente para que se hacinara y moviera al compás de la música, que por cierto era bastante buena. De hecho, me apunté varios hits alemanes que sonaron, entre ellos, Das Geht Ab, que es el equivalente al what's up inglés. Hace que los alemanes se vuelvan locos y comiencen a empujarse incontroladamente.

El caso es que al final se llenó de alemanes de 18 años, los llamados freshmen, y los Erasmus en su mayoría no fueron, con lo cual la fiesta quedó un poco deslucida. Una de las cosas buenas que saqué de la noche fue el conocer a una alemana de muy buen ver que se ha ofrecido a darme un tour el domingo por Hamburgo, así que, si todavía se acuerda del trato (no sé hasta qué punto había bebido o no), me haré un poco el tonto y redescubriré Hamburgo por enésima vez.





No quería retrasar más el momento de hablar de mi residencia en Hamburgo, bautizada como PAUL SUDECK HAUS. Como ya aventuraba en algún post anterior, este año la filosofía de convivencia iba a apuntar hacia compartir cocina y baños. Y así es. La residencia consiste en cuatro bloques, a los que se suman un pabellón de deportes, un gimnasio, salas de música, las típicas salas de lavado, y un bar bastante amplio común a la residencia, en el que hay fiesta todos los miércoles.


Cada bloque se divide en varios pisos, donde en cada uno de ellos vive la pipol compartiendo lo que he comentado antes: cocina y sala de estar, y baños. Mi habitación, más grande de lo que yo creía que iba a ser, y también bastante cómoda. Haciendo hueco pueden dormir varios, además del espacio de la sala común, que viene equipada con un oportuno sofá para alojar a visitas extra. Además, disponemos de una hermosa terraza, con sillas y todo, y una barbacoa. Así que no hay excusa para no venir.
 
En mi caso, mis compañeros de piso son para darles de comer aparte. Vivo con un indio, dos chinos (quizá sean tres, se parecen tanto que es posible que haya alguno más viviendo detrás de una de las puertas), un neozelandés, un alemán y un argentino. Cada uno con sus particularidades, que hacen del ático del bloque B de la PSH un crisol de mundos.

Para empezar, está el indio, muy simpático y de nombre Rishab, que habla como Rajesh de The Big Bang Theory, lo cual me lleva en ocasiones a disimular alguna risa, porque no le hace mucha gracia que le relacionen con él. No tiene inconveniente ninguno, salvo que acostumbra a soltar demoníacas carcajadas en plena noche mientras ve sus comedias de Bollywood online.

Por otro lado, tenemos al neozelandés, de nombre Jordan, que habla un inglés tan cerrado y tan neozelandés, que es absolutamente imposible mantener una conversación con él; además, sostiene que el alemán es una lengua inútil incluso en Alemania, porque, todo esto según su persona, con el inglés se llega a todos lados. También simpático, salvo por el inconveniente de los problemas de comunicación mencionados.

También tenemos a los simbiontes chinos, que bien podrían ser dos o tres. Apuesto a que son dos, pero no me la juego. Detalles de los chinos, son como el ying y el yang, uno exageradamente simpático, y otro más borde que la cajera del Día. El primero, eso sí, derrocha simpatía, pero que se ve desafortunadamente desmerecida por su macarrónico inglés, que hace complicado llevar una conversación fluida. Aún así, para echarse unas risas ocasionales están muy bien. Están todo el día cocinando pepino, wok, y toda suerte de comidas chinas altas en proteínas y minerales.

Luego está el "buen alemán" como yo le llamo, ni molesta ni da problemas, porque sencillamente es como si no existiera. Le he visto únicamente una vez, pero no conozco ni la tonalidad de su voz. Y por último, Ernesto, de origen argentino, estudiando derecho, como Rishab, y que es muy buena gente y un cachondo. Así que en general todo muy equilibrado.

Y por último, tengo objetivamente las mejores vistas sobre Hamburgo de toda la residencia;  ventajas de vivir en un último piso. Así que eso, todos aquí de visita. He dicho.