Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

Pues sí, el domingo pasado llegaron a media tarde mis padres a Hamburgo, no tanto a controlarme, que también, sino a pasar unos días por tierras hanseáticas comigo. Se agradece el gesto.


Con las visitas de los padres, uno tiende a hacer turismo serio y profundo, a diferencia del turismo con amigos, en el que uno se lo pasa muy bien, pero no acaba sabiendo si ha pasado por Viena o por Adis Abeba, capital de Etiopía. Así, creo que oficialmente conozco a un 80% la ciudad de Hamburgo, galerías de arte incluídas; en particular, me gustó la Kunsthalle, que es el equivalente al Museo del Prado de Madrid, aunque con la centésima parte de pintura. Aún así, el museo guarda varias joyas.

Pero no todo fueron museos. Puesto a visitar la ciudad, decidimos subirnos a dos de las torres más importantes, la de St. Nikolai y la de St. Michael. La primera tiene las vistas más impresionantes de Hamburgo, con permiso del globo aerostático que sobrevuela la ciudad y al que todavía no me he atrevido a subir. Aparte de esto, he descubierto varios sitios nuevos de la ciudad y que todavía desconocía, como la Chilehaus, que es, desde hoy, uno de mis edificios favoritos de Hamburgo. Un ejemplo del Art Decó del siglo pasado, sencillamente sublime. No había visto nunca cosa igual. También ha incluido el tour de estos cuatro días una profunda revista del resto de iglesias, además de algún paseo por el Alster, un recorrido por los canales de la antigua zona industrial próximas al Hafen City, y por supuesto, compras. Estaba programado que les llevara a Lübeck, que está a media hora de Hamburgo, pero no ha dado tiempo. Lástima, iré yo en unos días de todas maneras.

Lo bueno de esta semana con mis padres es que todo sale gratis: desayuno, como y ceno por la patilla, y además muy bien. De hecho, y gracias a esto, he recuperado la costumbre de desayunar, que perdí nada más pisar Alemania. Aquí, como en la mayor parte de centro europa, no es que se coma ni mal ni bien, pero aprovechan para echarle pimienta a todo lo que uno pueda llevarse a la boca. En este saco caen sopas, pasta, carne, pescado, y cualquier otra cosa susceptible de pasar por una sartén o una olla, con lo cual una inocente comida puede convertirse en el más ardiente de los infiernos (esto último es opinión de mis padres). Todavía no tengo muy claro cuál es la comida típica de Alemania y en particular de Hamburgo, aparte de las hamburguesas, que tampoco es que sean típicas. Tenía idea de que eran las patatas y las salchichas, pero en restaurantes es obvio que no sirven salchichas. Lo único típico que he probado, y ni siquiera estoy seguro de que sea alemán, ha sido el Wiener Snitzel, renombrado en España como escalope milanesa.



Me sabrán disculpar los lectores, pero hoy no subo fotos porque en realidad debería de estar hace rato durmiendo, y voy con un poco de prisa. Bastante es que escribo esta entrada. Los motivos, que me voy a Berlín a horas intempestivas mañana por la mañana con mis padres, a pasar unos días hasta el domingo. Traeré, a mi vuelta de Berlín, un apodo para la ciudad, que ya me lo pidió un amigo. Así que hasta el domingo, cuando hablaré de Berlín y haré balance de la semana pasada con mis padres.

Siguiendo la tradición de bautizar con alguna clase de apelativo algunas de mis ciudades favoritas, le he concedido éste a la ciudad de Hamburgo, por varias razones sopesadas detenidamente; en principio tenía otras ideas en la cabeza, pero esta la que mejor se ajusta a lo que he visto hasta ahora.Segunda ciudad de Alemania después de Berlín, Hamburgo se cuenta entre los puertos más grandes del mundo; de hecho, es el noveno más grande, con casi un 10% de la superficie total de la ciudad, y con rutas que visitan los cinco continentes.


Muchos edificios históricos y muy variados, aunque lo que más destacan son las cinco principales torres de la ciudad, que pueden contemplarse desde cualquier punto de Hamburgo medianamente alejado de todas ellas. Mis favoritas, la torre del ayuntamiento, la de la antigua catedral y la de la iglesia St. Michael. La ofensiva aliada en la Segunda Guerra Mundial trajo mucha felicidad al mundo, pero muy poca a la Alemania nazi de entonces, lo que causó que más del 80% de la ciudad de Hamburgo de la época fuera destruida. Lástima de catedral (entre otras cosas), de la que sólo se mantiene la torre. En la foto, puede verse en la pared de la torre dónde empezaba la nave.



Destaca en Hamburgo el lago Alster, en plena ciudad, y por el que navegan gráciles barcos  y veleros que transportan a aquellos inocentes turistas que quieran darse una vuelta por el lago. Mientras tanto, se pueden contemplar las mansiones de los más ricos de la ciudad, todas ellas con vistas al Alster, y algunas de ellas con embarcaderos propios. Para mofa y burla de mis amigos, si existiera un barrio Salamanca en Hamburgo, éste sería el que colinda con el Alster.


 
Calles importantes en Hamburgo, muchas, por distintos motivos. Algunas de ellas, muy comerciales, como Mönckebergstraβe, comúnmente apodada Mön por los paisanos, y Spitalerstraβe, donde se concentra la mayor parte del comercio de Hamburgo. También la archiconocida calle Reeperbahn, de la que ya os he hablado anteriormente, principal lugar para salir de fiesta por las noches, junto con el barrio de Sternschanze. Si me hubieran preguntado la semana pasada cuál es mi sitio favorito para salir de estos dos, probablemente hubiera dicho Sternschanze, pero después de este fin de semana, me quedo con Reeperbahn. Sólo le falla a esta última que eres susceptible de ser multado si la policía te ve con una botella de lo que sea; no fui multado, pero me soltaron varias coces en alemán diciéndome que dejara la botella antes de seguir caminando. En el fondo, entiendo sus razones, porque es una zona en la que siempre se arma jaleo con pasmosa facilidad, y la recorren delincuentes muy dados a estampar cosas de cristal en la cabeza del prójimo, sentimiento que se intensifica si están bebidos.

Para los amantes de los parques como el del Retiro de Madrid, aquí en Hamburgo aprovecharon en su día para hacerlos indiscriminadamente. Así están el Planten un Blomen, el StadtPark (al lado de mi residencia), el Alter Elbpark, el Wallanlagen, y tantos más con nombres alemanes que no me pararé a escribir aquí. Bueno, miento; el Planten un Blomen, considerando como el "pulmón verde" de Hamburgo, pudiera sonar a alemán, pero no lo es. Ni los hamburgueses, incluyendo a mi buen amigo Nils, que a veces parece haber nacido en Tumbuctú, saben de dónde viene. Parece ser que es un antiguo dialecto mezcla del alemán y el danés. Irrelevante.

Y por supuesto, al estilo de las capitales escandinavas, Hamburgo huele a kebab y a McDonalds, infestando los primeros gran parte de Hamburgo, indistintamente del barrio en el que uno se encuentre, y revelándose estos como una de las economías más boyantes de la ciudad. Con lo cual, si alguien tuviera repugnancia al olor del kebab, entonces le recomiendo sinceramente que no me haga ninguna visita, a no ser que traiga consigo una mascarilla Michael Jackson, que tan de moda están ahora. Además, muchos están situados en plena zona de marcha para tomarse uno antes de volverse a casa. Del McDonalds, sin comentarios, que son más comunes que un especial de Nochebuena, y todos los conocemos.


Así que tenemos mezcla de mansiones, prostíbulos y sex shops, grandes torres, kebabs, parques, canales y barcos, locales de fiesta, y últimamente un combinado de días dionisíacos y apolíneos, los primeros de miércoles a sábados, los segundos de domingos a martes. Prefiero los primeros, los otros son como olas mansas, aunque la semana que viene serán ocupados por la visita de mis padres a Hamburgo, mi marcha a Berlín, y, a mi vuelta, el trabajo.

Sí. Yo tampoco sabía lo que era, hasta que usé a Mr. Google Translator, que tan buen amigo es estos días. 

Y es que el otro día fui a buscar mi contrato de prácticas a Philips, aprovechando para calcular cuánto tiempo me llevaría llegar hasta el laboratorio todas las mañanas; a este respecto, aproximadamente tardo 10 minutos en metro y otros 10 minutos andando.

Parecía ser que, como oficialmente no pertenezco a Philips de momento, no debía tener derecho a ver nada más que el puesto de control de la entrada, donde Nicole había dejado mi contrato. Así que después de que el guarda de la entrada me pidiera el pasaporte para identificarme y soltara varios chascarillos relacionados con que fuera español, me volví para casa para estudiar todo lo que me había metido Nicole en un gigantesco sobre de Philips.




A día de hoy, y pasados varios días, he entendido más bien poco de lo que hay en el sobre. En principio, parece que tengo dos contratos, uno de prácticas y otro de tesis o proyecto. El primero dura hasta el 1 de Febrero, y el otro, hasta el 31 de Julio. Además, se me ha proporcionado un pequeño libro que habla sobre la seguridad laboral. La única pega de todo esto es que no hay nada que no esté redactado en alemán, con lo cual no me voy a molestar en copiar al google traductor todo el libro de seguridad laboral, que probablemente si estuviera en español o inglés tampoco me lo leería. Simplemente me limitaré a entender lo que dicen sendos contratos.


Y con respecto al contrato, lo único que entiendo es 3 números seguidos de €/monatlich, y allí me las den todas. El contrato también parece que habla sobre la patente del proyecto, que acabará siendo de Philips, y varios detalles más. El título del proyecto finalmente será "Liver modelling for ablation planning", y trabajaré en el departamento de procesado digital de imágenes. A ver si me regalan algunos detalles más, porque información amplia todavía no tengo, pero todo lo bueno se hace esperar.

En cambio lo que no se hace esperar es el frío y la lluvia. El primero, se ha quedado ya para instalarse en Hamburgo por una temporada, y la segunda, pues es una molesta y omnipresente compañera de viaje. Muy a menudo un día que se despierta con pocas nubes, acaba convirtiéndose en un día lluvioso. Mete miedo mirar al cielo. La nieve no era tan molesta. Menos mal que hoy el día se ha levantado muy soleado y sin nubes en el cielo, así que habrá que aprovechar y seguir haciendo un poco de turisteo, que aquí todavía me queda mucho por ver. Aunque hoy todo apunta a que tenga que hacer algún trámite, como por ejemplo, irme a registrar a la institución de viviendo competente para registrarme, porque de momento sigo de ilegal. También tengo que ir al banco a que me enseñen a manejar los servicios online de la Hamburger Sparkasse, porque está toda la web en alemán y no entiendo nada. Me parece lamentable que un país como Alemania no tenga la web de sus bancos también en inglés. Tercermundista.


Y ya por fin, el próximo post, mis impresiones acerca de Hamburgo como ciudad histórica y para vivir, ahora que ya tengo abundante material fotográfico. Para que no me dejeis de leer, probablemente bautize por fin a Hamburgo con alguna clase de apelativo, como yo siempre hago: si Estocolmo era una ciudad señorial, Alquézar un pueblo sin parangón, o Salas Altas un sitio con solera, Hamburgo no merece otra cosa que un apelativo que la haga distinguible a otras ciudades alemanas, o del mundo. No murais de impaciencia. Hasta más ver.

Todo empezó el lunes pasado, con la sospechosa aparición de un cartelito colgando del pomo de mi puerta, con las letras FD. Creí que todo esto tendría que ver con que era el último del piso que había llegado, y pensé que era como un gesto de bienvenida. Nada más lejos.

En la cocina tenemos cuatro cubos de basura, cada uno para una cosa distinta: restos de comida, papel, y otros dos cubos que yo clasifico como "indefinidos", porque la gente tira ahí lo que le venga en gana según sople el viento. El caso es que la semana pasada, el tema de la basura funcionó perfectamente, porque los cubos nunca llegaban a llenarse, olía bien... en fin, que como tenemos un servicio de limpieza, todo lo atribuí a éste. Craso error. Llegó el jueves de esta semana, y veía que los cubos estaban casi al límite, y la cocina comenzaba a oler mal. Inocente yo, pensé "los de la limpieza están descuidando sus tareas".

Ese mismo jueves, entré en la cocina y encontré a Rishab, y aproveché para comentar que el servicio de limpieza había abandonado sus quehaceres, para dejarnos en la más antihigiénica de las inmundicias. A lo cual mi amigo indio respondió que "no, si es que esta semana la basura te toca bajarla a tí".

Fue entonces cuando advertí un cartel en la puerta de la cocina que decía Flurdienst, que no sé lo que significa, aparte de que si encuentras un papelito colgando del pomo de tu puerta con esta palabra, esa semana te toca velar por la habitabilidad del lugar. Así que bajé corriendo la basura para que no se dijeran cosas como "mira el español, que es un sucio y nos ha dejado la cocina hecha unos zorros". La semana que viene le toca al neozelandés (también apodado señor dame-crema-en-la-espalda), así que a ver cómo lo hace. Mejor que yo no es difícil.

Después de la fiesta del miércoles en la residencia, la fiesta de ayer se las prometía gorda, principalmente por la publicidad que me ha hecho Nils acerca de ella.

La fiesta se celebraba con motivo del inicio del curso universitario, y se había escogido como emplazamiento el Wiwi-Bunker de la universidad de Hamburgo. La verdad es que el nombre, aunque teletúbico, no esconde nada exótico detrás, pues simplemente es el bloque de económicas. La fiesta era en el hall, y simplemente habían colocado los pertinentes altavoces, varias barras, y llamado a la gente para que se hacinara y moviera al compás de la música, que por cierto era bastante buena. De hecho, me apunté varios hits alemanes que sonaron, entre ellos, Das Geht Ab, que es el equivalente al what's up inglés. Hace que los alemanes se vuelvan locos y comiencen a empujarse incontroladamente.

El caso es que al final se llenó de alemanes de 18 años, los llamados freshmen, y los Erasmus en su mayoría no fueron, con lo cual la fiesta quedó un poco deslucida. Una de las cosas buenas que saqué de la noche fue el conocer a una alemana de muy buen ver que se ha ofrecido a darme un tour el domingo por Hamburgo, así que, si todavía se acuerda del trato (no sé hasta qué punto había bebido o no), me haré un poco el tonto y redescubriré Hamburgo por enésima vez.





No quería retrasar más el momento de hablar de mi residencia en Hamburgo, bautizada como PAUL SUDECK HAUS. Como ya aventuraba en algún post anterior, este año la filosofía de convivencia iba a apuntar hacia compartir cocina y baños. Y así es. La residencia consiste en cuatro bloques, a los que se suman un pabellón de deportes, un gimnasio, salas de música, las típicas salas de lavado, y un bar bastante amplio común a la residencia, en el que hay fiesta todos los miércoles.


Cada bloque se divide en varios pisos, donde en cada uno de ellos vive la pipol compartiendo lo que he comentado antes: cocina y sala de estar, y baños. Mi habitación, más grande de lo que yo creía que iba a ser, y también bastante cómoda. Haciendo hueco pueden dormir varios, además del espacio de la sala común, que viene equipada con un oportuno sofá para alojar a visitas extra. Además, disponemos de una hermosa terraza, con sillas y todo, y una barbacoa. Así que no hay excusa para no venir.
 
En mi caso, mis compañeros de piso son para darles de comer aparte. Vivo con un indio, dos chinos (quizá sean tres, se parecen tanto que es posible que haya alguno más viviendo detrás de una de las puertas), un neozelandés, un alemán y un argentino. Cada uno con sus particularidades, que hacen del ático del bloque B de la PSH un crisol de mundos.

Para empezar, está el indio, muy simpático y de nombre Rishab, que habla como Rajesh de The Big Bang Theory, lo cual me lleva en ocasiones a disimular alguna risa, porque no le hace mucha gracia que le relacionen con él. No tiene inconveniente ninguno, salvo que acostumbra a soltar demoníacas carcajadas en plena noche mientras ve sus comedias de Bollywood online.

Por otro lado, tenemos al neozelandés, de nombre Jordan, que habla un inglés tan cerrado y tan neozelandés, que es absolutamente imposible mantener una conversación con él; además, sostiene que el alemán es una lengua inútil incluso en Alemania, porque, todo esto según su persona, con el inglés se llega a todos lados. También simpático, salvo por el inconveniente de los problemas de comunicación mencionados.

También tenemos a los simbiontes chinos, que bien podrían ser dos o tres. Apuesto a que son dos, pero no me la juego. Detalles de los chinos, son como el ying y el yang, uno exageradamente simpático, y otro más borde que la cajera del Día. El primero, eso sí, derrocha simpatía, pero que se ve desafortunadamente desmerecida por su macarrónico inglés, que hace complicado llevar una conversación fluida. Aún así, para echarse unas risas ocasionales están muy bien. Están todo el día cocinando pepino, wok, y toda suerte de comidas chinas altas en proteínas y minerales.

Luego está el "buen alemán" como yo le llamo, ni molesta ni da problemas, porque sencillamente es como si no existiera. Le he visto únicamente una vez, pero no conozco ni la tonalidad de su voz. Y por último, Ernesto, de origen argentino, estudiando derecho, como Rishab, y que es muy buena gente y un cachondo. Así que en general todo muy equilibrado.

Y por último, tengo objetivamente las mejores vistas sobre Hamburgo de toda la residencia;  ventajas de vivir en un último piso. Así que eso, todos aquí de visita. He dicho.





La pereza y la falta de material fotográfico han hecho que me retrase en la publicación de nuevas entradas. Sin embargo, hoy estoy en uno de esos momentos en los que tampoco hay mucho mejor que hacer, que acabo de llegar de tomar algo y de hacer un poco de turisteo. 

Mucha animación y mucho que hacer en esta ciudad que se erige como la segunda más poblada de Alemania, siempre detrás de la capital, aunque no para todo: Hamburgo es la ciudad alemana con mayor número de árboles, y la ciudad europea con mayor número de puentes, superando ampliamente los 2000. Que esté llena de árboles no es tarea difícil, pues aquí llueve día sí día también, con lo que potencialmente pueden florecer hasta las piedras.

Con respecto a la fiesta en Hamburgo, mucha y muy variada: por ejemplo, la calle Reeperbahn, cuyo lema podría ser
sexo, juego y drogas, aunque ha sido reconvertida en punto de encuentro para salir de marcha por los muchos locales que por allí se reparten. En general, como el Red Light District de Amsterdam, pero con sitios para salir. Otra zona de fiesta, la de Sternschanze, que combina locales de predrinking, pero también discotecas o grandes bares para tomarse algo y luego darle un meneo al cuerpo si procede. Hasta ahora, mi favorita Sternshanze y sus calles, alegremente recorridas por dicharacheras alemanas que pueden sorprenderte chapurreando algo de español. Las alemanas, todas muy hermosas, aunque no llegan al nivel de las finesas, las suecas o las letonas de momento. Será cosa de explorar un poco más.

Desde mi llegada a Hamburgo, he salido todos los días de fiesta, exceptuando el mismo martes, debido a problemas logísticos relacionados con la falta de previsión de la Studierendenwerk y a la inesperadamente lamentable conexión a internet que ésta nos ofrece. Al menos a mí. La verdad es que no me meto mucho en detalles esta vez, ya para la próxima, donde probablemente hable de mi residencia.



Se me hace raro el que ahora los preparativos para irme a Hamburgo me hagan ponerme un tanto nervioso, cuando el año pasado se me hicieron mucho más fáciles. Quizá porque, por varios motivos que tampoco vienen a cuento, no iba sin acompañante ni tan a la aventura como esta vez.

Con respecto al papeleo que tantos problemas me ha dado, mentiría si dijera que ha sido satisfactoriamente resuelto para todas las partes, puesto que faltan sellos de Philips en varios documentos que, a estas alturas, hacen que no me pueda llegar un mísero euro a la cuenta bancaria. No me voy a detener esta vez en poner de vuelta y media a la burocracia española, penosamente singular en el mundo.

En relación con el proyecto, me lo han cambiado, y ya no se tratará de segmentar imágenes del intestino, sino algo complicado relacionado con ablación de tumores por radiofrecuencia, también en el intestino. Sé que el tema no da precisamente ganas de comer, pero intuyo que al final los tumores serán lo de menos, programaré las mismas horas y me cansaré igual.

Estaba previsto que me enviaran el contrato de trabajo a España para llevarlo de nuevo allí firmado, pero las altas esferas de la empresa han considerado que, ya que llego unas semanas antes de empezar a trabajar, me pase a recogerlo in sittu a la misma empresa. Sólo se me ha anticipado que va a estar únicamente escrito en alemán, y no sé hasta qué punto me molestaré en traducirlo si es muy grande. Simplemente dibujaré mi gloriosa firma en el papel sin mucha meditación, y si en realidad estoy firmando "cuando acabes vamos a hacer alfombrillas de baño contigo" pues mala suerte. Mi tutora en Philips se ha empeñado en mandarme documentación acerca del tema, pero en principio no está dispuesta a dejarse ver la cara hasta que empiece a trabajar: resulta pasmosa su obstinación en querer que  yo recoja esta documentación a manos de los guardias de la puerta de la empresa, previamente provista por ella a los mismos. Se me ocurren muchas teorías a este respecto, pero son todas conspirativas.

Hablando de cosas que en realidad interesan (o al menos no aburren tanto), mi llegada a Hamburgo está relativamente prevista. Llego allí a las 17:30, donde en principio Nils me viene a recoger para llevarme a la residencia. Ahora viene lo mejor: a las horas a las que llego, no atiende el personal de la residencia, que me debería de dar la llave de la habitación. Por tanto, tengo que encontrar a mi "tutora erasmus", que se encargará de darme la llave y algún consejo práctico imagino. La tarea de encontrarla no es sencilla, porque primero tengo que ir a la entrada de la residencia, buscar en un corcho un papel naranja, y ahí encontrar su habitación, para seguidamente ir a hacerle una amable visita y conseguir mi llave. Esto pudiera ser sencillo si no fuera por el inconveniente de que la residencia consta de varios bloques alejados unos de otros. Así que probablemente si yo me llamara Link y mi tutora Zelda, podrían haber hecho un videojuego con mi llegada a Hamburgo.

A estas alturas, ya me he perdido una multitudinaria Welcome Erasmus Party anunciada por facebook, y que se hizo este viernes. Pero mis deseos son órdenes para mí, así que pediré que me hagan otra, o algún sucedáneo de fiesta de bienvenida que enmende la plana a esta. Estoy ocioso hasta el día 2 de Noviembre que empiece a trabajar, así que contaré en qué gasto mi tiempo y las primeras impresiones, siempre que pueda, por este blog. Deseadme buen viaje, aunque en realidad no esté bajo vuestro control.

La siguiente entrada, ya en Hamburgo.