Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

Inmejorable fin de semana este último en Hamburgo, plagado de actividades que han tenido que ver con el ocio y la buena vida. Comenzó el viernes fuerte con fiesta en Europa Haus, donde se había alquilado el bar para celebrar ocho cumpleaños simultáneamente. Las consecuencias de esta clase de eventos suelen ser parcialmente previsibles, dejando tras de sí escenarios dantescos. Noches de las que luego nadie recuerda detalles, muchos incluso no tienen recuerdo alguno.


Llegado el buen tiempo a Hamburgo, el sábado por la tarde decidimos dar una vuelta por Stadtpark y pasar allí unas horas tumbados en la hierba y planeando en qué emplearíamos el tiempo el domingo. Debido al buen tiempo, nos decantamos por hacer una barbacoa. Juntándonos en grupos para comprar comida y bebida, fuimos hoy a las 12 de la mañana a la esplanada del Stadtpark con varios quintales de carne y salchichas, además de los clásicos snacks hamburgueses que tanto nos gustan y tanta adicción crean, a lo que se sumarían ingentes cantidades de sangría.  Sin querer, hemos estado sin darnos cuenta más de cinco horas comiendo Bratwürste y filetes de lomo a la parrilla, en una parrilla que alguien había abandonado el día anterior en el mismo sitio. Y así nos juntamos 60 personas, echando allí la tarde en manga corta y al sol. Tan buen día hacía, que multitudes de hamburgueses se habían lanzado al Stadtpark a hacer lo mismo que nosotros, o simplemente a tumbarse en la hierba a tomar el sol, leerse una novela o juntarse con otros hamburgueses para charlar. Lástima que sobre las siete de la tarde empiece a refrescar y tenga uno que recogerse. Confío en que con el paso de unas semanas el tiempo mejore lo necesario para poder aguantar hasta que anochezca.

Tan buen día hizo, que el sol se ha cebado en mi cuello y lo ha abrasado completamente, al igual que mi nariz, que luce en estos momentos roja cual pimiento morrón. No faltarán nuevas barbacoas en el transcurso de la primavera y con la llegada del verano. En la foto, Álex en su habitual papel de Chef de Hamburgo, y Eva, natural de Italia, haciendo una cosa muy española: mirar cómo otro trabaja.

Desde el viernes pasado hasta el lunes estuve pasando unos días por República Checa, más en particular Praga, para encontrarme con mis padres a medio camino entre Espana y Alemania. No es Praga punto intermedio entre estos dos sitios, pero sirve igualmente para el propósito antes mencionado.

Llegado el viernes muy pronto por la mañana, y con un total de siete horas de espera por delante hasta que llegaran mis padres, decidí dejar las maletas en la habitación del hotel y enterarme de donde salía el freetour de Praga. Si era la una de la tarde, el freetour salía de la Plaza de la Ciudad Vieja a las dos, con lo cual hacia allá dirigí mis pasos. Para los interesados en el freetour de Praga, el cual recomiendo encarecidamente a futuros visitantes de la ciudad, aquí dejo el link para que se informen. En su punto de salida fui absorvido por el grupo de españoles que allí charlaban y que se habían organizado en torno a uno de los guías del tour, que resultó ser también un erasmus español en Praga y de nombre Jacob. El resto de españoles que allí había formaban un cuadro un tanto cómico: una vasca que parecía salida de un akelarre y que venía acompañada de su amante peruano, dos gallegas que gastaron las tres horas que duraba el tour en susurrarse cosas al oido, una pareja de catalanes hablando constantemente en ese idioma insufrible que ellos tienen, un mexicano con un sorprendente parecido a Cantinflas, y un colombiano. Todos ellos tenían una historia tras de sí curiosa, pero no hay cabida en este post para ninguna de ellas.

Entretenido el tour que nos hizo el guía, y que comprendió gran parte de la Ciudad Vieja, pasando por la plaza de la Ciudad Vieja, el Reloj de la Torre Astronómica, la Universidad, la plaza de Wenceslao, paseo por el barrio judío, una curiosa estatua de Kafka, la torre de la Pólvora y demás cosas. Siempre hablan los extranjeros de la brutalidad de la Inquisición española en tiempos, pero los checos tampoco se quedaron atrás con su repetida costumbre de lanzar por la ventana a sus propios nobles, para que sus cuerpos se estrellaran contra el duro asfalto. Bestias del campo. Curiosa y profunda la historia del barrio judío de Praga, que esconde historias tan interesantes como la del Golem de Praga, y otras más tristes, relacionadas con la ocupación nazi. En realidad los checos tuvieron mala suerte en el último siglo, ya que entre nazis y soviéticos se ocuparon de machacar al país y sumirlo en la más cruda de las miserias. Quizá por su tortuoso pasado sean ahora tan antipáticos y mal encarados. No he visto pueblo tan poco amable como el checo.

Reunido ya con mis padres por la tarde, nos fuimos a dar una vuelta por la Ciudad Vieja para luego irnos a cenar. Bastante sabrosa la gastronomía checa, esencialmente basada en carnes de pato o cerdo según pude comprobar. Muy famoso es el revuelto de carnes que hacen los checos, y que han bautizado como Na české svatbě, véase foto adjunta. Un nombre bastante fácil e intuitivo. También probé otro famoso dulce checo llamado Trdlo, de forma cilíndrica y con un sabor parecido al roscón de reyes, de muy buen sabor y probablemente típico de la semana santa checha.

Al día siguiente, ya sábado, me tocó pasar por una sesión de turismo intenso como sólo uno puede hacer cuando va acompañado por sus padres: visita al castillo de Praga y en particular a su catedral, al palacio viejo, el callejón de Oro y varias torres de las que no reucerdo el nombre. Agotamos el día paseando por el barrio de Malá Strana, visitando la iglesia de San Nicolás y la casa museo de Franz Kafka.


Iba a profundizar en detalles, pero no haría otra cosa que alargar el post, y a estas horas no procede. Puedo ahora asegurar que Praga no es señorial como lo fueron Estocolmo y Copenhague, sino que está un nivel por encima de ellas, colocándose muy merecidamente entre mis tres ciudades favoritas, en segunda posición. Prometo visitarla de nuevo eventualmente.

Intolerable el tiempo que llevo sin escribir. Debo haber infringido de principio a fin el decálogo del buen bloguero, si es que existe, pero es que estoy casi seguro de que no he tenido apenas tiempo libre desde que empezó la "mudanza" a mi nueva casa. Si en la última entrada hablaba sobre cómo transcurrió mi mañana en el IKEA comprando muebles, desde entonces han ocurrido multitud de acontecimientos que hubieran tenido el dudoso honor de ser contados en este blog, pero que por pereza y falta de tiempo no he acabado escribiendo: fiestas en la Paul Sudeck, cumpleaños de Yelko, la spanish party, principio de la semana santa y de lo que aquí se hace, decoración de mi nuevo piso, la historia de las hogueras de comienzo de Pascuas en Hamburgo, y un largo etcétera. Pero lo que hoy toca es hablar de mi nueva casa. Su dirección, para los que querais enviarme algo, es la siguiente:

Jarrestrasse 25
22303 Hamburg
Deutschland

Muy majo el piso, y muy bien situado, esencialmente porque estoy a menos de cinco minutos caminando de la Europa Haus, a menos de diez de mi antigua residencia, y hasta el trabajo o hasta el centro de Hamburgo la distancia sigue siendo la misma, tardo menos de 20 minutos en metro. Mi piso originalmente constaba de una habitación, un baño, una cocina y una sala de estar, pero debe ser que este alemán ha decidido alquilar el cuarto de estar como si fuera una habitación, y ahorrarse unos cuantos euros al mes. Así, mi cuarto es la antigua sala de estar, y por eso tengo la habitación más grande, en la que cupieron sin problemas mi nueva mesa, estantería, armario, cama y silla. Adjunto foto. El piso una vez decorado muy confortable, aunque con un perenne olor a recién pintado que no se va ni encendiendo velas del IKEA, de las que dejan un empalagoso olor a helado de vainilla.

Para celebrar la instalación en mi nuevo piso, se presentaron el jueves sin avisar Álex, Luis, Majo y Marta con un poco de wok y una cantidad insana de salchichas, a lo que se sumaban nuestras adoradas barras de pan rellenas de queso y ajo hechas al horno (marca JA!, una marca blanca alemana muy barata). Aquí estuvimos de cena esa noche y viendo vídeos chanantes en Youtube riendo a mandíbula batiente, hasta que mis vecinos de abajo se quejaron a base de dar golpes con la escoba en el techo de su piso, que pasa por ser mi suelo.


Punto y aparte merece mi compañero de piso. Viene de Düsseldorf, y está en Hamburgo trabajando de algo extraño, porque lo que en su día estudió también es extraño: una mezcla de informática, empresas y derecho. Como bien dice mi amiga Majo, que es la única que le ha visto aparte de mí, viste totalmente "fashion", tiene la estantería de tres metros del baño llena de cremitas, y se ha dedicado a decorar las zonas comunes de la casa a su estilo, poniendo cuadros a tamaño real de modelos, ordenando la vajilla de la cocina con un desquiciante patrón que alterna color negro y blanco, y tantas cosas. Eso sí, para la ducha ya es menos pijo, porque no le ha puesto ni cortinas, con lo cual para ducharse hay que hacer malabares para no inundar el suelo. Debido a que a cualquier problema o preocupación que le planteo me responde con un "kein tema", que viene a significar "tranquilo no pasa nada", le he apodado eso mismo, "kein tema". Y para referirnos a él en clave y sin que se entere, así le llamamos.

La fachada de mi casa es muy hamburguesa, pero para que los lectores de este blog pudieran verla, me tendría que bajar a la calle a hacerle una foto, y no estoy tan motivado como para salir ahora a la calle. Eso sí, como vivo en una especie de "mini-urbanización", tengo en el patio interior un hermoso jardín en el que, en cuanto llegue el calor, me bajaré a tomar el sol y a hacer barbacoas, en el caso de que estén permitidas. En la foto, el jardín interior a mi bloque de pisos, que en estos momentos luce un poco triste, ya que espera una primavera que aún no ha acabado de llegar. Ya es hora.