Aunque no sea residente en la Europa, paso más tiempo aquí que muchos de los que ahí viven, así que fui integrado en el equipo español para hacer un total de doce tortillas de patata. Además de eso, también preparamos gazpacho andaluz, paella, pan tumaca, natillas, torrijas, y 70 litros de sangría. Todo lo vendíamos a 50 céntimos, menos el plato de paella que valía 1 euro. Con respecto a nuestro atuendo, no nos rompimos mucho la cabeza: vestimos una camisetas de la selección, y como hacía calor pues de paso nos pusimos de verano con chanclas y pantalones cortos, junto con unas necesarias gafas de sol.
En otros pisos se cocinaban otras delicatessen: por ejemplo, en el italiano, había infinitas cantidades de pizza, la cual era vendida en trozos ridículamente pequeños que luego se cobraban a 50 céntimos. Intolerable. En el piso francés hubo un pollo guisado que fue de lo mejor de la fiesta, y con respecto a los escandinavos, triunfaron sus shots de gelatina vendidos a 50 céntimos cada uno. Los ingleses habían montado una triste fiesta que consistía en vender comida que era todo menos típica inglesa; en realidad lo tenían complicado porque no existe comida típica inglesa digerible, y ninguno de ellos estaba dispuesto a comprar roast beef, así que se decantaron por hacer kilos de brownie. Por el piso griego apenas estuve un momento, y por el polaco y el alemán tampoco. Había rumores de que en el alemán había minijuegos con alcohol, pero quedaron en un triste segundo plano debido a que en el piso de enfrente estaba alojada la mejor fiesta de todo el evento, que era la de nuestro piso y con notable diferencia sobre las demás.

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