Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

Qué abandono tan imperdonable del blog. Como llevo semanas sin escribir, dedicaré hoy que tengo tiempo a contar mi viaje al sur de Alemania y Salzburgo que hice la semana pasada, y demás novedades.

Decididos a irnos de viaje unos días, Laura, Majo, Celia, Alex y yo alquilamos un coche para pasar cinco días en Múnich y Salzburgo, con paradas en Nürenberg y Neuschwanstein. Acordamos el presentarnos en la estación de Altona para recoger nuestro coche en el Sixt  el jueves a las siete de la mañana. Allí nos encontramos con el primer contratiempo del viaje: no habíamos especificado en la reserva por internet que queríamos un coche para cinco personas, así que nos asignaron un minúsculo Mini en el sólo había espacio para cuatro personas, y ninguno para nuestros equipajes. Alejandro, preso de una asesina ira, fue a reclamar con su inglés a la alemana que atendía en el mostrador del Sixt. Al más puro estilo medieval, conseguimos hacer un trato mediante el cual se nos proporcionaba un coche más grande en el que cupiéramos todos, pero sin GPS. Pobres de nosotros al aceptar esa proposición y no seguir reclamando lo que por derecho era nuestro. Aún así, emprendimos camino, cómodamente sentados en un coche sin sistema de navegación alguno.

Después de dar vueltas como tontos y acabar casi en Bremen, conseguimos ponernos en la buena dirección para hacer parada en Nürenberg. Fueron suficientes tres horas para dejarla vista para sentencia y sin necesidad de volver nunca más. Lo mejor de Nürenberg, el segundo helado que allí nos tomamos, y que ha sido de lo más rico que he probado con respecto a helados. Nos pusimos dirección Múnich, y después de pasar desagradables avatares, llegamos a nuestro hostal. Era ya noche cerrada y estábamos derrotados del viaje, así que nos tomamos en el bar del hostal una Augustiner, cerveza típica de la zona, y nos fuimos a dormir hasta el día siguiente. 


Madrugamos el viernes  para hacer el free tour de Munich, que empezaba a las 10:45 de la mañana y se prolongaría unas tres horas. El madrugón de ese día me sirvió para enterarme de que Celia se cabrea con excesiva facilidad cuando, recién levantada, hablas mucho. Interesante el tour, y simpático el guía, un estudiante erasmus que llevaba allí siete meses. No podíamos irnos de Munich sin probar un delicioso codillo de cerdo por el que pagamos tres míseros euros (después de las tres de la tarde es todo más barato en la capital bávara, o esa fue mi teoría durante esos días). No podíamos abandonar Munich sin pasar unas horas en la München Hofbräuhaus, famoso lugar de comidas y bebidas en el que uno no puede sino pedir jarras de un litro de cerveza sin control alguno. Muy divertida la noche, para recordar. Detalles no. En general, muy curiosa la ciudad de Munich, pero mucho menos de lo que la gente dice. Quizá todo sea cuestión de volver a visitarla con más calma. Me sorprendió el acento del sur, suena como si un polaco hablara un gramaticalmente perfecto alemán. Nada que ver con el perfecto y señorial acento del norte.

Al día siguiente, y siguiendo el plan, arrancamos de nuevo el coche para visitar Neuschwanstein, un famoso castillo neogótico que mandó construir Luis II, el rey loco, y que hoy es uno de los destinos más visitados en Alemania. Curiosidades relacionadas: es el castillo que eligió Disney como modelo para el castillo de la Bella Durmiente.  Yo personalmente recomendaría a futuros visitantes que no compraran en ningún caso el ticket para hacer la visita guiada, que ni siquiera se prolonga más de media hora y apenas enseña algo del interior del castillo. Es lo que yo llamo una estafa al consumidor. Al comprar el ticket no te lo cuenta nadie, pero la visita al patio interior del castillo y las vistas del mismo desde el puente Mariensbrücke son totalmente gratuitas, que por cierto eslo único que merece la pena. Aún así, las vistas muy impresionantes y dignas de ser visitadas .

Ese mismo sábado por la tarde nos pusimos dirección a Salzburgo, al que tardaríamos unas cuatro horas en llegar. No sin pasar cierto apuro para encontrar el hostal, que se encontraba a las afueras de Salzburgo y no precisamente en el centro, nos fuimos a dar una primera vuelta por el centro, al que llegamos a pesar de las inútiles indicaciones que nos dio la chica de recepción, que, al igual que la que nos atendió en Sixt, no sabía ni dónde tenía la mano derecha. Su inglés se reducía a decir repetidamente "bus every 15 minutes", "yes", "no", o sus miradas se perdían en el horizonte cuando le preguntabas algo. Afortunadamente, hacía unos huevos fritos muy ricos para desayunar, porque también era la encargada del buffet. Nuestra incursión nocturna al centro de Salzburgo acabó con una suculenta cena en un restaurante italiano en el que todos pedimos calzone, acompañado por una Edelweiss, cerveza típica de la zona.

Al día siguiente, turismo intenso por la ciudad de Salzburgo, de la que puedo decir que es una de las ciudades más bonitas (no me gusta mucho utilizar este adjetivo, pero supongo que es que el que más se ajusta a lo que vi) que he visitado en lo que ha sido mi vida hasta ahora. De lo mejor del viaje junto con la noche en la Hofbräuhaus de Munich. Lástima que no llegáramos a tiempo a visitar la casa natal de Mozart, que cerraba exageradamente pronto, alrededor de las cinco de la tarde.


Al día siguiente, ya lunes, tocaba hacerse el camino de vuelta a Hamburgo desde Munich. Muy cansada por cierto, suerte que la acompañamos con cotilleos e historias chanantes que nos entretuvieron durante casi nueve horas. Muy buen viaje, para no olvidar, sobre todo por la gente que venía conmigo.

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