Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

No escribo desde hace días, pero es que puedo decir sin miedo a equivocarme que ha sido la semana más completa que he tenido en Hamburgo desde que llegué en Octubre, y por ende, el poco tiempo libre que he tenido lo he dedicado a descansar cuerpo y mente.


Ajetreada semana digo, porque a la vuelta de Navidades me esperaba lo que yo ya temía: mucho trabajo atrasado que tiene que estar hecho antes de que acabe Enero, ya que en Febrero empiezo oficialmente a dedicarme a mi proyecto de fin de carrera. Menos mal que Nicole se ha ocupado de pedir al departamento de informática un nuevo ordenador para mí, porque el que tenía era rápido, pero no lo suficiente como para evitarme el esperar media hora para ver los resultados de una simulación. Si a esto le sumamos el recién iniciado intensivo de alemán en el Instituto Goethe, pues me quedan pocas fuerzas para cualquier otra cosa. Eso sí, los mejores momentos de esta semana han sido, sin ninguna duda, las clases de alemán.


Curiosas las clases de alemán en el Goethe, por muchas cosas. Crisol de culturas en clase: una rusa, una china, un finés, un australiano, una canadiense, un francés y un japonés. Cada uno con sus rasgos particulares que les convierten, sobre todo a algunos de ellos, en personajes. Por un lado, la rusa, de 29 años, es el prototipo de rusa charlatana y simpática, pero que acostumbra a soltar chascarrillos relacionados con su condición de soltera, y, fundamentalmente, con que busca también un hombre soltero lo antes posible. En algunos casos su insistencia en el asunto resulta bochornosa. Es tal el estupor que causa al insistir tanto, que el resto de compañeros últimamente tienden a intercambiarse miradas desaprobatorias. Menos la china, que cuando entiende lo que ha querido decir la rusa, empieza a reirse a mandíbula batiente, tapándose la boca con la palma de la mano. He de decir que es la única china que conozco que habla bien inglés. Luego está el finés, que ya tiene hasta hijos, y es natural de Helsinki; se alegró mucho al saber que había estado estudiando en Lappeenranta el año pasado y que chapurreo un poco de finés. Un tío muy simpático pero que habla inglés como casi todos los fineses: poniendo una voz inhumanamente grave y a trompicones. La chica canadiense no merece comentario alguno, un poco insípida y fea pero simpática, al igual que el japonés, que tampoco da mucho juego. El francés es un tío divertido, y el australiano da mucha conversación, aunque la mayor parte de ella es en inglés y durante los descansos.


Creo que en una semana de clase he aprendido más que en dos meses y medio en la academia de alemán anterior, así que lo que pagué acabará amortizándose. Y en lo que conciernte a Hamburgo, lleva nevando prácticamente desde que llegué, el termómetro no pasa de los 0 grados y el hielo de las calles es una trampa mortal. Lado positivo: que el hielo del lago Alster ya tiene un grosor de 10 centímetros, y cuando llegue a 20 montarán la anunciada pista de patinaje sobre él. Y allí estaré yo impresionando a los hamburgueses con las destrezas sobre patines que adquirí en Finlandia.


Más pronto que tarde, más y mejor.

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