Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

Llevo mucho sin escribir, y de hecho iba a publicar ayer una entrada de seguimiento de mis andanzas en Hamburgo, pero estuvo bien el no hacerlo, ya que así puedo contar con más ganas lo que aconteció ayer en el bar de la Paul Sudeck Haus, mi residencia.


Transcurría la noche en el bar como transcurre todos los miércoles: música, la gente abajo de charla y de bailes, y los asiduos al bar animando al personal. Andábamos felices por el piso de abajo, cuando Luis, natural de Granada, me hizo una irrechazable proposición: bajar el sofá del piso de arriba del bar al de abajo, para poder hacer el moñas un rato, muy en nuestra línea. Acepté el reto (que no fue tal), y subimos el piso de arriba, lo agarramos cada uno por su lado, y lo bajamos como pudimos, poniéndolo en la esquina que le correspondía. 

Transcurría todo con normalidad, hasta tal punto que el sofá ya estaba olvidado por casi todo el mundo y era un objeto más allí, cuando de repente se me acercó uno de los encargados del bar y me dijo algo en alemán que no llegué a comprender. Le dije, en consecuencia, que cambiara a inglés si quería que le entendiese, y de malas maneras me preguntó si había sido yo el que había bajado el sofá. En los primeros momentos, me hice el loco, haciendo ver que no entendía ni una palabra de lo que me decía. Fue entonces cuando el chico empezó a hacer una serie de gestos exageradamente explícitos, representando cómo coger un sofá, llevarlo y ponerlo en la esquina, todo esto con numerosos aspavientos y puñetazos al aire intercalados. No me quedaba otra que decir lo siguiente: "Sí, fue yo". Y fue fulminante: "fuera de aquí".


Ahí acabó mi noche en el bar de la Paul Sudeck, baneado por esa noche, e intentando convencer a los otros responsables del bar de que Luis no había hecho nada. Esta tarea fue especialmente difícil, porque Luis estaba a mi lado cuando hablaba con la gente del bar, con cara de ido y soltando paparruchadas incoherentes. Con suerte para él, no le reconocieron, fundamentalmente porque me harté de decir que la otra persona que había bajado el sofá se había ido hacía un rato.



Dirigí mis pasos a mi habitación, donde estaban los abrigos de varias personas que habían aprovechado, ya por rutina, dejarlos allí hasta que acabara la fiesta del bar. Con lo cual, no me podía dormir hasta que la fiesta terminara. Cuando iba a empezar a hacer tiempo viendo algún capitulo de alguna serie, Elena, catalana ella, subió a mi casa a recoger sus cosas, y de paso las del resto, para que yo pudiera dormir. Ante tan caritativo gesto por su parte, tuve la idea de acompañarla al ascensor con las cosas de los demás. Mal asunto.


En cuanto salí por la puerta del pasillo de mi residencia y oí cómo se cerraba sonoramente la puerta del pasillo de mi piso, dije "Me he dejado las llaves en la habitación". Desesperación. Elena se reía, yo nada. No iba a poder dormir en mi casa, sólo tenía encima una triste camiseta y fuera había varios grados bajo cero, y al día siguiente tenía que madrugar. Todo mal, nada estaba saliendo según lo previsto. Sólo quedaba una solución: llamar al telefonillo de todos los que vivían en mi pasillo para que me abrieran. Estuve más de 30 minutos llamando a los timbres de mis seis compañeros de pasillo, sin obtener respuesta ninguna. Aporreé la puerta, di golpes y patadas... hasta que de repente oí un pequeño zumbido. Alguien me había abierto la puerta. Entré con una enorme sonrisa en mi pasillo, para ver a la alemana que vive conmigo en la puerta de su habitación, con cara de susto. Le dí las gracias por abrirme, y le presenté mis disculpas, a lo que ella me respondió "He abierto porque tenía miedo". 


Todavía no me explico que lógica tiene el abrir la puerta a alguien cuando se tiene miedo. Allí me las den todas. El próximo miércoles, otra vez, pero bajaremos el sofá al final de la noche.

1 comentarios:

Merecio la pena el baneo o no lo merecio x'D


fdo: anonimo

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