Fray en Hamburgo

Mi año de prácticas Erasmus en Alemania... y lo que se tercie!

No miento cuando digo que este es el primer momento libre que encuentro desde que empezó la semana, ya que últimamente transcurren mis días entre ratos en Europa Haus, en la que ya paso más tiempo que en mi propia residencia, las clases del intensivo en el Goethe, entrevistas de piso, y por supuesto el proyecto, que se ha complicado de forma súbita recientemente. Todo esto no guarda relación alguna con lo que aconteció en el viaje a Copenhague de este fin de semana pasado, y del que procedo a hacer crónica. Espero no haber olvidado demasiados detalles del mismo, aun habiendo pasado varios días.


Ya que en Alemania es intolerable e inexplicablemente caro el viajar en tren, decidimos coger el autobús para llegar a Copenhague a las 00:30 de la madrugada, llegando a la capital danesa seis horas después y cogiendo un ferry a mitad de camino. Los viajantes éramos Paloma y Adrían, naturales de Sevilla, Magdalena, de Palma de Mallorca, y por supuesto mi hermano, osease, Luis Bisschen Deutsch. Nos recibió Copenhague con un frío que no recordaba desde mis "mejores" tiempos en Finlandia, así que nos apresuramos a buscar regufio en una cafetería de la estación central, que se encontraba próxima, y en la que conseguimos encadenar una serie de acontecimientos que cambiarían el curso del viaje: cansados por no haber dormido nada en el potteriano autobús noctámbulo antes mencionado, decidimos pedir café, con tan mala suerte de que Magdalena lo tiró accidentalmente encima de una plancha donde se estaban haciendo varios kilos de salchichas. No sé cómo se le quedó la cara a la dependienta, yo mientras me partía de risa a escasos metros. No habían pasado cinco minutos cuando Paloma tiró su chocolate caliente encima de mi abrigo y bufanda, que, a pesar de poder limpiarlos parcialmente, quedaron con un perenne olor a chocolate que no ha acabado de desaparecer aún habiéndolos lavado.

Encontrado el hotel y dejadas las maletas, decidimos salir a visitar una Copenhague desierta a las nueve de la mañana, pero iluminada por un Sol que no veía desde que salí de España el 6 de Octubre del año pasado. No había una sóla nube en el cielo. Consultando el mapa de la ciudad, nos dimos cuenta de que no era inteligente pateársela entera sin tener una guía decente, con lo cual nos subimos en un autobús turístico que pasaba por las atracciones turísticas más importantes, como pudieran ser La Sirenita o el Palacio Real. En esta foto, nosotros en la plaza donde se encuentra éste último.

Después del tour, comimos, y seguimos haciendo turisteo, ya caminando. Curiosa ciudad Copenhague, aunque no me causó mucha impresión quizá debido a que se parece demasiado a Estocolmo según la zona de la ciudad. Aún así, le concedo también el apelativo de ciudad señorial, y que además presume de tener la calle comercial y peatonal más grande de Europa, por la que hicimos de peatones pero sin comprar nada. A este respecto, he de comentar que es una ciudad exageradamente cara, principalmente debido a los monstruosos impuestos que los daneses padecen, donde el impuesto sobre la renta es normal que sea del 50%. 

Punto y aparte merece el hablar de Christiania, un pequeño barrio en el sur de Copenhague cuyos habitantes no se consideran parte de la Unión Europea. Hasta tal punto, que en los límites del barrio hay un cartel que pone "You are now entering the EU". En realidad esto de crear un barrio consistente en chozas de adobe o plástico, autogobernado por sus habitantes y con status semilegal no es sino una tapadera para vender mariahuana con más libertad que en otros sitios, estando la zona infestada de rastafaris, daneses fumados y personajes indescriptibles que hacen del lugar un emplazamiento que merece la pena visitar. Subiría alguna foto del sitio, pero estaba prohibido hacerlas.

Transcurrió el sábado sin más notables acontecimientos, sólo mencionar que en Copenhague es imposible sentarse a comer nada en ningún lado a no ser que se haga cola, todos los locales estaban a reventar de daneses. Ya entrada la noche, decidimos irnos a descansar al hostal para al día siguiente, después de haber cenado en un sitio unos nachos que costaron más de 160 coronas danesas, un robo a mano armada, teniendo presente que el cambio ahora está a 1 euro = 7,4 coronas danesas.

Al día siguiente teníamos pensado visitar el castillo de Hamlet, que se situa a  45 minutos de Copenhague, pero una de las recepcionistas del hostal nos recomendó no hacerlo por no merecer el trabajo de desplazarse hasta allí, recomendándonos varios planes alternativos que pasaban por hacer alguna sandez, por ejemplo, irnos a Suecia.  Ignorando sus sugerencias, nos acercamos a los jardines Tívoli, que estaba tristemente cerrados hasta mediados de Abril, nos subimos a la round tower donde se pueden contemplar unas hermosas vistas de la ciudad, visitamos un palacio y callejeamos un poco más, para luego coger el autobús a las cuatro de la tarde y volver a Hamburgo.

Morealeja del viaje: de los mejores de este año, entre otras cosas porque me  he tirado el fin de semana entero riéndome, aunque es interesante mencionar que me he enterado de algún cotilleo, muy en mi línea. Este fin de semana nos vamos a Dresden, al este de Alemania, así que haré también pertinente crónica. 

Bis gleich.

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