Cuánto tiempo sin publicar, y la de cosas que han pasado. Aprovecharé para hacer breve crónica de la fugaz excursión a Bremen, y de cómo me va la vida por Hamburgo.
Viaje a Bremen. Pensado desde hacía días por una mente granaina perturbada que responde al nombre de Ángel, y con motivo de la visita de sus amigos granainos, que han estado tanto tiempo en Hamburgo que casi echan aquí la juventud. Detalles aparte, este sábado quedamos en la Hauptbahnhof sobre las 10 de la mañana para irnos hasta Bremen con un regional, que tarda escasa hora y media, y por un precio bastante razonable, ya que cogimos algo parecido al Schones Wochenende ticket. . Y allí nos plantamos.
Recibidos en Bremen por un grupo de islamistas que nos regalaron una guía del Islam y de lo que había hecho éste por la civilización, nos dirigimos hacia el tranvía para llegar hasta el centro. Quedé positiva y gratamente sorprendido por la ciudad (pueblo), incluso había comentarios entre nosotros que decían que era más bonita que la propia Hamburgo, y en realidad no estaba muy desencaminado el comentario, porque la plaza que hay en el centro de la ciudad es bastante vistosa. Impresiona.
Como intuíamos que Bremen no daría mucho de sí, aunque como digo creo firmemente que esconde secretos que no llegamos a desvelar, fuimos a un tour guiado por la fábrica de cerveza Becks', que tiene sus instalaciones originales en la misma Bremen. Insultantemente caro el tour, en el que nos asignaron un guía que tenía la mejor de las intenciones, pero que no tenía gracia alguna para explicar nada que tuviera que ver con cerveza. Lo mejor de estas actividades siempre viene al final, donde nos llevaron a una sala a modo de pub, y nos convidaron con cuatro cervezas. Antes de eso, y después de que el guía soltara las pertinentes parrafadas durante el tour, nos hicieron un test para ver si habíamos atendido durante la visita. El test consistía en que nos ponían dos vasos de cerveza, cada uno de ellos con un tipo de Becks diferente, las cuales teníamos que distinguir. El asunto era un juego de niños, porque todos supimos en microsegundos cuál de ellas era la Becks normal, que bebemos aquí casi a diario, y cuál era la especial, derrotando en consecuencia al otro grupo que no hizo otra cosa que el ridículo.
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